Otro desastre para completar el mayor fracaso
El final más real. Ninguna novela hubiera reflejado mejor la despedida del Real Jaén en su estadio que el partido ante el Cartagena.

Fue una tarde repleta de desbarajustes y de desastres, pero un reflejo exacto y fiel de lo que ha sido el plantel durante la temporada. El Real Jaén completó el mayor fracaso posible con una imagen desgarradora, impropia de un equipo que, no hace mucho, se ha codeado con la élite del fútbol profesional. Pitos y pañuelos para los jugadores, desaprobación para la gestión del club, juego lamentable, errores impensables en futbolistas de cierto nivel y escasísima actitud. Un desastre. El Real Jaén de ayer fue el que ha sido durante toda la competición y mucho más en la segunda vuelta. Un equipo sin rumbo, sin dirección, sin jerarquía, sin un técnico que pusiera las cosas en su sitio y sin un orden natural. No se puede despedir peor la temporada en casa. Seguramente, la derrota fue lo de menos. Fue mucho peor la triste imagen que dejó tras de sí el partido. Algunos jugadores pidieron perdón al acceder al túnel de vestuarios, otros entraron raudos a la caseta y Toni García, que no dispuso de un solo minuto, tuvo que despedirse de la afición cuando el encuentro finiquitó. No son formas de hacer las cosas.
Con fallos o sin ellos, Toni García mereció una despedida acorde al trabajo realizado y a la importancia de su aportación en algunos momentos de su carrera. Fue un jugador clave en el ascenso. Sin entrar en detalles, probablemente mereció despedirse debajo de los palos, con el escudo en su pecho y recordando los momentos vividos. No fue así porque Rafa Berges apostó por De la Calzada, al que le dio los noventa minutos. Son síntomas evidentes de que en el vestuario no se han cuidado detalles pequeños, pero al mismo tiempo importantes para cualquier deportista. Toni García no olvidará jamás el adiós a su carrera.
Y el resultado de todo ha sido el que ya saben: una temporada penosa, lamentable y llena de fracasos, desde arriba hasta abajo.
Y el peor de todos ha sido acabar como el rosario de la aurora, sin apenas sintonía, con una estela que rompe cualquier paradigma de lo que debe ser un equipo de fútbol. Pocas decisiones de las que se han tomado esta temporada han tenido sentido. Y tampoco lo tendrá el cierre de la Liga, convertido en un trámite y en un partido sin trascendencia en Córdoba. Cualquier posibilidad de clasificación para la Copa del Rey quedó dilapidada con la derrota ante el Cartagena. El empate del Melilla amplió las opciones, pero, de nuevo, como en todo el año, falló el de siempre, el conjunto que se vio atrapado y atenazado en esa presión de luchar por un objetivo. Esa meta devoró por completo a una plantilla que nunca transmitió esos valores de calidad que se le presuponía. Y los técnicos, todos, en lugar de paliar esos defectos, lo que han hecho ha sido acrecentarlos cada día más.El encuentro ante el Cartagena reflejó la dimensión de los dos conjuntos. Hace dos años, cuando el Real Jaén ascendió, los dos mantuvieron una hermosa pugna por el liderato del grupo. Ayer, la lucha no tenía ni comparación. Los jiennenses, con una remota posibilidad de Copa, y los murcianos, con la obligación de puntos para salir de la zona de descenso. Esa necesidad marcó todo el juego. El Real Jaén jugó casi a cámara lenta, sin intensidad y a un ritmo cansino. Pero tuvo buenas ocasiones, algunas falladas de forma incomprensible, como algunos remates de Montero, Óscar Quesada o Brian Canalejo. El Cartagena no fue mucho mejor, pero sí más vivo. Se le notó desde el primer momento. No es un equipo sobrado de virtudes ni mucho menos, pero si mostró otra actitud más dinámica y ambiciosa. Hizo lo justo para ganar, porque se encontró con una defensa terriblemente débil. Gato dejó en evidencia, en más de una ocasión, a unos centrales que casi siempre se vieron desbordados por la velocidad del delantero, en especial Astrain, que sufrió en exceso. La situación fue tan adversa que Berges cambió al central en la segunda parte y puso a Pablo Ortiz de lateral derecho para que José Cruz se incrustara en el centro.
El Real Jaén llegó a empatar el gol inicial de Carlos Martínez en un error encadenado de la defensa y del portero en un saque de esquina, pero no hizo mucho más. Montero se reencontró con la red con un buen remate. De poco sirvió. Nada más empezar el segundo tiempo, Migue rompió la igualada en otro fallo numeroso. Desde ese momento hasta el final, el Real Jaén atacó sin control ni orden. Generó ocasiones por inercia y porque el rival tampoco fue un ejemplo de buena defensa. Pero el gol se resistió. El Real Jaén puso fin a la Liga en La Victoria de la peor manera posible, pero de la forma más real a una temporada llena de despropósitos. El fracaso ha sido mayúsculo y rotundo. No caben otros calificativos.