Otra vez el mismo debate
La matanza de Charleston reabre en Estados Unidos el eterno debate sobre el acceso a las armas de fuego en un país, hasta el punto de que el propio presidente estadounidense, Barak Obama, lo vuelve a poner encima de la mesa y con un lamento: “He tenido que hacer estas declaraciones demasiadas veces”. Porque los golpes de pecho se dan de manera cíclica, cada cierto tiempo se repiten tristes historias con el denominador común del gatillo fácil. Una vez más ha muerto gente inocente porque alguien no tuvo el más mínimo problema para conseguir una pistola. De hecho, el detenido, Dylann Roff, un joven de 21 años de raza blanca, la recibió de su padre como regalo de cumpleaños, según ha trascendido después. Ahora, está imputado por nueve cargos de asesinato por las seis mujeres y tres hombres que cayeron abatidos en la iglesia metodista de esa ciudad de Carolina del Sur y ya se pide para él la pena de muerte
En un país acostumbrado a resolverlo todo a golpe de revólver no hace tanto tiempo pesan demasiado determinados grupos de poder interesados en el mundo de las armas. Un contexto en el que, por añadidura, el problema racial parece no estar bien resuelto, con manifestaciones racistas que no son extirpadas de raíz y acaban, como en este caso, por desembocar en terribles tragedias.
Además de lamentos, de promesas de que se hará justicia y manifestaciones de dolor, episodios son necesarios para volver a la normalidad en medio del luto, es preciso y cada vez más urgente sentar las bases jurídicas para que no vuelva a suceder. Pero, entre tanto, la realidad es que nadie es capaz de poner su mano en el fuego y garantizar que esta matanza es la última.
En un país acostumbrado a resolverlo todo a golpe de revólver no hace tanto tiempo pesan demasiado determinados grupos de poder interesados en el mundo de las armas. Un contexto en el que, por añadidura, el problema racial parece no estar bien resuelto, con manifestaciones racistas que no son extirpadas de raíz y acaban, como en este caso, por desembocar en terribles tragedias.
Además de lamentos, de promesas de que se hará justicia y manifestaciones de dolor, episodios son necesarios para volver a la normalidad en medio del luto, es preciso y cada vez más urgente sentar las bases jurídicas para que no vuelva a suceder. Pero, entre tanto, la realidad es que nadie es capaz de poner su mano en el fuego y garantizar que esta matanza es la última.