Otra escuela es posible
Iniciativa en el ámbito educativo. Tres familias jiennenses desarrollan “Vereda Montessori”, un proyecto de colegio de Infantil y Primaria que sigue la pedagogía de la italiana María Montessori, basada, principalmente, en potenciar la responsabilidad y la autonomía de los menores. El objetivo del grupo de padres es lograr que la escuela sea homologada en el ámbito internacional y, a posteriori, reciba “luz verde” de la Delegación del ramo. Si no hay trabas burocráticas, echará a andar en el curso académico 2016/2017.

“Estamos haciendo un camino”, dice Marta Martínez, miembro de la junta directiva del colectivo, madre de una niña de dos años. La idea nace de la inquietud de seis padres: Andrés Martos, Clara Sánchez, Natividad Megías, Ángel Martínez, Juan Antonio Anguita y la propia Marta Martínez. “Queremos un espacio respetuoso y vanguardista para nuestros hijos”, comenta esta última.
Ocurre que los citados jiennenses abogan por un modelo de educación distinto al estatal. “No planteamos un conflicto con el sistema vigente, sino que nos sumamos a la reflexión de las escuelas públicas ante los malos datos. Somos un grupo que quiere una alternativa, no transformar lo que hay”, explica. En la pedagogía Montessori cambian varias cuestiones con relación al sistema convencional. Una de ellas es el papel del profesor, que se convierte en “un guía”. Su función es acompañar a los menores en el aprendizaje. Los niños tienen un rol más activo, pues son ellos mismos los “pilotos” del proceso: deciden en cada momento qué tarea realizar.
Trabajo. El aula, en clave Montessori, se llama “salón”, y está preparada con materiales para que los escolares realicen las tareas propias de su nivel. “Las clases no están estructuradas en horarios”, apunta Martínez. Sí hay diferentes áreas que estimulan desde la sensorialidad hasta conocimientos más teóricos.
En un salón todo está ordenado con sentido del espacio: una zona con libros en el suelo para que los menores lean cuando lo estimen conveniente, artículos para que escriban y mejoren el movimiento sicomotriz y fichas para que aprenden conceptos matemáticos, por citar algunos. “Cada elemento está ubicado para potenciar la creatividad y la curiosidad. Otros ambientes merman sus potenciales”, analiza. Los menores se agrupan en franjas vitales de tres años. Que convivan diferentes edades propicia actitudes de cooperación. “Queremos escuelas de vanguardia, que se ajusten a los desafíos del siglo XXI. La cuestión es saber adaptarse”, sostiene Martínez. Será en 2016 cuando “la vereda” empiece a ser transitada.