Otoño, setas y silencio

Si tuviera que elegir alguna estación del año para pasear por el campo, sin duda elegiría el otoño. El otoño nos regala dos cosas maravillosas: el mundo mágico de las setas y como dijo Antonio Machado “el silencio otoñal”. El mundo de las setas siempre ha divagado, entre la magia y la fábula. En torno a las setas se ha conjurado y se ha escrito lo suficiente como para calificarlas de mágicas y fabulosas.

    05 nov 2015 / 11:14 H.


    Las setas (u hongos) no son plantas. Modernamente se considera a las setas como seres pertenecientes a otro reino, el Fungi. No son vegetales, porque carece de clorofila y por lo tanto, son incapaces de realizar el proceso alimenticio por fotosíntesis. Tampoco son animales, aunque tengan algún elemento de conjunción con ellos. La nutrición es la clave que permite establecer una exacta definición de los hongos.
    Mientras los vegetales se nutren de sustancias inorgánicas (anhídrido carbónico del aire, agua y sales minerales del terreno), los hongos se nutren esencialmente de sustancias orgánicas (vivas o muertas). Bajo este aspecto por la nutrición se asemejan más a los animales. La magia de las setas la constituye también, el hecho de que unas pueden construir un plato agradable y otras un sepelio desagradable. Dicen los entendidos que todas las setas se pueden comer, pero algunas una sola vez. Con solamente cincuenta gramos de Amanita Phalloides, Amanita Verna o Lepiota Helveola, es suficiente para matar a una persona sana. Emperadores y gente de alcurnia romana murieron con un revuelto de Amanita Caesarea (la excelente) y Amanita Phalloides (La asesina).
    La varita mágica de las setas es, como siempre en todo, el saber, porque estudiándolas y guardando algunas reglas, no es tan fiero el león como lo estoy pintando. Se puede disfrutar de platos exquisitos, basados en un gran número de setas comestibles, tales como: seta de cardo (Pleurotas Eryngii), seta de chopo (Agrozybe Aegerita), champiñones (Agaricus), colmenillas (Morchellas), negrilla (Tricholoma Terreum), etcétera.
    Hay una seta que se llama Coprinus Atramentarius, que es comestible, pero si se ingiere alcohol, aunque sea en poca cantidad, puede ser mortal. Otra seta se utilizaba en China para robar cerdos: el ladrón echaba al cerdo la seta, éste se adormilaba, y el ladrón se lo llevaba tranquilamente, pero la más famosa es la seta de los enanitos, cuyo nombre científico es Amanita Muscaria, llamada así, porque las moscas son atraídas por el jugo de su sombrero y cuando lo succionan caen drogadas al suelo hasta que al rato se le pasa el efecto y remontan vuelo.
    Para identificar las setas, olvídense de las cucharitas de plata y otras tonterías, porque es falso y puede acarrear desgracias. La única forma de saber si una seta es comestible es estudiarla o preguntar a alguien que sepa; y si tuviera alguna duda no se la coman, no merece la pena. Los hongos son los sanadores del bosque: descomponen y transforman en materia orgánica las maderas muertas. Por eso, no se deben coger ni pisar las setas que no se vayan a utilizar para comerlas o identificarlas. Y mucho menos, rastrillar el bosque, como hacen algunos energúmenos, para buscar los apreciados níscalos. (Lactarius deliciosus).
    La otra maravilla del otoño es el silencio otoñal. Yo he sentido ese silencio en el “Pinar del Barranco”, en el de “Las Llanas”, etcétera. Y puedo asegurar que duelen los oídos de no oír nada, y he tenido que sacudir la cabeza para despertar del sonambulismo que provoca el bosque en otoño.
    José Alcántara Blanca