Orgullosa de ser de su pueblo

Emprendedora nata, decidió quedarse en su pueblo y lanzarse a la aventura de poner en marcha su propio negocio, para no depender de la dura vida del temporero, la que llevan la gran mayoría de sus vecinos.

17 jul 2015 / 08:31 H.

Eso fue en el año 2002. “Y aquí sigo —comenta sonriendo— Hemos cumplido nuestro sueño de quedarnos a vivir en Jódar”. Con esa ilusión abrió sus puertas “Don pequeño”, un negocio dedicado al sector de la puericultura, con todo lo que necesita un bebé desde que llega al mundo, y antes. La idea es que las madres vayan cuando están embarazadas y, después, también, gracias a la sección de ropa interior.

Mari Carmen se ha criado en un pueblo en el que la economía depende casi al cien por cien de la campaña de recogida de la aceituna, de otras como la vendimia o el tomate, y del cobro del subsidio agrario, el antiguo PER. Así, muchos son los padres que se ven forzados a dejar a los niños con los abuelos y otros familiares, para marcharse hasta seis meses fuera a trabajar. Ella no quería eso para sus hijos y, hasta ahora, ha conseguido ganarse el pan y la sal sin tener que irse fuera. Y su marido trabaja en la construcción. “Es un superviviente”, puntualiza entre risas. La que ahora es su casa la levantaron entre los dos, poco a poco, en un solar que compraron. En la planta baja construyeron una cochera, donde hoy tiene el comercio abajo y la vivienda arriba, lo que le permite compaginar sin problema su trabajo con el cuidado de los niños. Guarda también buenos recuerdos de su paso por el Ayuntamiento, donde trabajó como auxiliar administrativo, tras terminar los estudios de FPII en la rama de Administrativo, en el IES de Jódar. Pero, desde luego, se alegra del cambio, porque le permite estar más con sus hijos.

Se nota que disfruta con su trabajo, que entiende como mucho más que un negocio y le da muchas satisfacciones. En el fondo, cuenta con un sexto sentido para aconsejar y ejerce, en cierta forma, de psicóloga de andar por casa. Conserva una clientela fiel, muchas son las mismas personas desde que abrió la tienda, y le cuentan en confianza lo que a veces no saben ni sus propias familias. “Soy casi como un cura”, bromea.

A sus dos pequeños, Felipe y Francisco José, procura inculcarles el amor por la naturaleza. Forman parte de la Asociación Guardabosques, una auténtica institución en el municipio, con la que colaboran de manera activa. “Deben aprender a respetar el medio ambiente, porque es su casa y, como lo tenemos tan cerca, a veces no se valora”. Hoy por hoy, todo gira en torno a ellos, los ayuda con los deberes y los lleva a sus clases de guitarra en la Escuela de Música o a “kempo kárate”, al mayor, que ya ha ganado varias copas a nivel nacional. La prioridad es que salgan adelante en sus estudios. “Son muy buenos, solo me dan alegrías”. Qué más se puede pedir.