Orgullosa de lo público

Recuerdas en qué momento el profesorado, el personal sanitario, funcionariado en general expoliaron los bancos, se endosaron miles de millones en primas y no pagaron impuesto alguno? ¿No lo recuerdas? Yo tampoco. Así relata un cartel que estos días se puede leer en una red social, Facebook.

    17 jul 2012 / 16:33 H.

    Y es que, o a mí al menos me lo parece, cuando tienen que recortar no hacen más que obedecer órdenes de quien controla el poder económico y por eso, a fin de cuentas, se está atacando a la parte débil y obedeciendo a ese poder. Hay más maneras y, por ello, un cuerpo respetado como lo son los técnicos de Hacienda propusieron medidas para recaudar lo mismo pero contribuyendo más quien más tiene. No se engañe pues, si aún está libre de culpa: hace unos días los culpables eran los mayores, que viven demasiado; anteayer los mineros, ayer los parados, hoy los empleados públicos, mañana ¿usted? Porque eso es lo que están haciéndonos creer, que toda la población española somos culpables porque, eso dicen, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Nos hacen insolidarios, enfrentándonos unos con otros y cada cual, apurado por la crisis, ve excesivos “los privilegios” que, hasta este momento, ha tenido el de al lado. Quieren, por lo visto un país de pobres. La jugada es perfecta: así se nos olvida que quien tiene más, ahora puede aflorar su dinero negro tributando mucho menos que cualquiera de nosotros por nuestro trabajo. Volviendo con la Administración Pública, esa que está formada no sólo por “vagos y maleantes”, sino también por el personal docente, el sanitario y el administrativo; de ella dice nuestra Constitución: “La Administración Pública sirve con objetividad los intereses generales con sometimiento pleno a la Ley y al Derecho”. Es decir, la Administración es una garantía de independencia frente al partido que gobierne en ese momento, y por ello, si se arremete contra ella, al final es la ciudadanía quien pierde. Siempre, ahora más por la situación que atravesamos, es comprensible considerar afortunada a cualquier persona que tenga un empleo estable. En ese sentido, el empleado público lo es. Ahora bien, se olvida con frecuencia que esta fijeza de la que el funcionariado disfruta no es causa sino consecuencia, es decir, se hace para garantizar esa independencia que ha de tener el servicio público. Por eso cuando un docente defiende la escuela pública, cuando una médica se niega a dejar desasistido a un inmigrante, cuando Juan Ramón Lucas se despedía diciendo que la radio nacional era la tuya, la mía, la nuestra, están defendiendo el Estado de Bienestar que nos hemos dado. Somos y estamos orgullosos de lo público porque lo público es de todos.

    Pilar de la Paz Moya es empleada pública