'Opus Dei'
PAULA CAMACHO ANSINO desde JAÉN. El 2 de octubre de 1928 san Josemaría Escrivá vio el Opus Dei como una tarea que Dios le encomendaba: llevar a la práctica la doctrina de la llamada universal a la santidad. Según palabras del fundador: 'solo tenía 26 años, la gracia de Dios y buen humor'. El Opus Dei promueve entre todas las clases sociales la santificación del trabajo profesional en el ejercicio de ese mismo trabajo.
A través de la sociedad sacerdotal de la Santa Cruz ha procurado ayudar a los sacerdotes diocesanos a vivir la misma doctrina en el ejercicio de su ministerio sagrado. En 1982, bajo el mandato de Álvaro del Portillo, primer sucesor del fundador, fue erigido por el Papa Juan Pablo II en prelatura personal de ámbito universal, con el nombre de Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei. Se erigió también la asociación sacerdotal de la Santa Cruz como asociación de clérigos inseparable. Esta formulación jurídica finalizaba el trabajo de la sagrada congregación para los obispos y la consulta a todos los obispos de las diócesis donde estaba trabajando el Opus Dei. El Opus Dei realiza una tarea de concienciación sobre los laicos católicos, hombres y mujeres, dirigida a que tomen conciencia de sus derechos y a que asuman responsablemente sus deberes en coherencia con su sentir católico. También a los no creyentes que se sientan atraídos por la labor que la Obra realiza. Por otra parte, san Josemaría animaba a los miembros de la Obra a que trabajaran con libertad y responsabilidad personal en los quehaceres cotidianos de la cultura, la economía o la enseñanza. Decisiones que son siempre personales, puntos de vista intransferibles. Por otro lado, ¿qué pueden tener en común un campesino filipino con un ejecutivo inglés, un profesor universitario con un comerciante peruano? ¿No sería una tarea descomunal poner de acuerdo en algo que no sea espiritual a gentes de tan diversas culturas y tan distintas capas sociales? La tarea apostólica se basa en un espíritu que impulsa a todos a tomar parte en todo lo humano, colaborando con iniciativas propias al progreso cultural, social y científico de la humanidad. El Opus Dei como institución, por su propia naturaleza, no posee ni controla periódicos, bancos ni empresas cuyos fines sean políticos o comerciales. Solo se compromete a dar asistencia espiritual a sus miembros; se responsabiliza de la formación cristiana que imparte en centros de formación humana, de carácter asistencial, en centros educativos, etcétera. El empeño de los miembros del Opus Dei es difundir el Evangelio en cualquier punto geográfico donde la prelatura es una realidad; a lo largo de los años se ha llegado a nuevos países: Rusia, también al Líbano, Lituania, República Checa, Finlandia, con el mismo espíritu que le llevó por los años 60 a Kenia, Congo, Canadá, Australia, Uganda y Kazajstán en los años 90 y últimamente a Rumanía, Indonesia, Corea, Sri Lanka. Es la fuerza del Evangelio a través de los siglos. En el Opus Dei hay hombres y mujeres de todas las condiciones: universitarios, empresarios, amas de casa, taxistas, pintores, funcionarios, etcétera, en fin, gentes normales y corrientes a los cuales no les está vedado ningún trabajo honrado como ciudadanos metidos en la sociedad que les ha tocado vivir. El actual prelado, Javier Echevarría, sigue impulsando las labores que el Opus Dei realiza en el mundo entero, entregado en alma y cuerpo a la tarea que le ha sido encomendada y en la línea que ya trazó Álvaro del Portillo, de fidelidad total a las enseñanzas del fundador. Mucha gente se sigue incorporando al Opus Dei con un compromiso de entrega y disponibilidad. También personas mayores, casadas o solteras, sanos o enfermos, blancos o negros, ya que para la vocación al Opus Dei no hay tope de edad, estado físico, raza o color. Hoy son ya muchos los fallecidos que se incorporaron a la Obra en los años 30, gracias a su fidelidad a aquella vocación recibida, a su total disponibilidad, han ido entregando el testigo a las nuevas generaciones y el Opus Dei con la gracia de Dios ha seguido su curso natural gracias a la protección desde el cielo de San Josemaría y su fiel sucesor Álvaro del Portillo. El pasado 6 de octubre, se cumplía el décimo aniversario de la canonización de San Josemaría.