Olores, aromas, fragancias
Manuel Navarro Jaramillo, desde Jaén.- El olor, en ocasiones, es el recuerdo, la reminiscencia: nos remite a momentos, a paisajes o a personas; a huellas indelebles. Es como un 'haz de luz' aromático que despierta nuestra acostumbrada mente a lo cotidiano.
Es lo intangible, lo que no se puede palpar, ni explicar; como si fuera algo metafísico. También puede ser algo subjetivo e intrínseco, como cuando admiramos la obra pictórica, impresionista y romántica, de Renoir, en sus paisajes y retratos. También, los olores y colores mediterráneos que Joaquín Sorolla plasmó, magistralmente, acompañados de brisas y soles del Mare Nostrum. Pero los olores más cercanos nos los encontramos a diario: cuando cortamos un limón, cuando olemos las especias, cuando abrimos un libro recién estrenado, o añoso. El olor, pretérito, del buen cocido de nuestras abuelas o de nuestras madres. El olor a cuero, cuando los añorados zapateros “construían” zapatos y botas a niños y adultos. El olor a azahar en la plaza de El Pósito, en primavera. El olor de los jazmines del Instituto “Virgen del Carmen” que, generosos, ofrecen sus blancas e inmaculadas flores a la Plaza de los Perfumes. El olor romántico de las antiguas estaciones de trenes. El olor de las añejas tiendas de ultramarinos. El olor de las memorables panaderías o de las viejas bodegas. El aroma de las plantas aromáticas: menta, albahaca, hierbabuena, manzanilla, etcétera. El aroma de los buenos vinos de solera, crianza y reserva o de un tazón de caldo caliente en pleno invierno. Cuando camino, diariamente, por la calle Cerón y esquina calle Colón, he de aminorar mi paso para percibir la fragancia que nos ofrece un pequeño comercio, sito en ese mismo lugar, llamado: “El Desván de Lola”.
Ese exótico, suave y delicioso olor es un compendio de matices olfativos, como si en una lámpara mágica hubieran mezclado: canela, manzanilla, vainilla, incienso y esencia de flores. Un placer para los sentidos.