ÓLIVER GIL: “Siempre tuve facilidad para imaginar que era otra persona”

Olivia Aranda
Vive en Jaén, pero nació en Las Palmas de Gran Canaria hace treinta y tres años. Podemos decir que es actor desde pequeño porque hacía teatro sin saberlo. Es muy creativo y, ahora, ha formado su propia compañía junto a otros compañeros.

    26 jul 2009 / 10:30 H.

    —¿Qué hace un canario en Jaén?
    —Esa es la pregunta que me hace todo el mundo cuando digo de dónde vengo. Llegué hace siete años por mi novia, que es de aquí. Me vine a vivir con ella.
    —¿Qué es lo que más le gusta de Jaén?
    —La comida. La verdad es que yo antes no era un gran amante de la cocina, me daba igual una comida que otra. Llegar aquí me ha hecho tener una gran cultura culinaria y conocer los platos de Jaén, que los cocino y me salen muy bien, como la pipirrana o el salmorejo.
    —¿Ya se ha olvidado del mojo picón?
    —¡No! Cuando me vine aquí hacía comida canaria “a punta pala”. Hacía mojo, papas arrugadas, y lo he ido dejando porque necesito una papa especial que aquí no se encuentra. Además, comencé a interesarme por la cocina de aquí, sobre todo por los padres de mi novia, que cocinan muy bien.
    —¿Y lo que menos le gusta?
    —El calor, no puedo con el calor, es insoportable. Sin embargo, cuando vi la nieve por primera vez fue aquí, en Jaén. ¿Te acuerdas de la película Eduardo Manostijeras, cuando él empieza a cortar el hielo y ella sale a la calle y empieza la nieve a caer? Pues yo estaba igual, como un idiota viendo caer los copos.
    —¿Qué echa de menos de su tierra?
    —Dijiste que la entrevista era corta, ¿no? (risas). Además de mi familia, como es lógico, echo de menos la ciudad entera, el paisaje. Es que es tan diferente. La idiosincrasia de Canarias es muy distinta. La gente que viaja hasta allí lo dice, que nuestra forma de ser es muy diferente a la del resto de los españoles y no es precisamente por lo de “aplatanaos”. Hay una frase que lo define: Canarias es de corazón latinoamericano, geográficamente africana y políticamente europea. Tenemos una mezcla de tantas cosas que nuestra forma de ser es muy particular.
    —Entonces ¿no están “aplatanaos”?
    —No, en Canarias no nos preocupamos, nos ocupamos. Es que engañamos. Somos de tierra volcánica y nuestra forma de ser es como un volcán. Somos tranquilos, pero, cuando entramos en erupción, piérdete. Yo aquí, en Jaén, voy con más prisa que en Canarias, la gente es mucho más “aplataná”, cuando voy caminando por la calle tengo que ir esquivando a la gente y eso en Canarias no me pasa. Los clichés son lo peor, ahora que vivo en Andalucía me doy cuenta de que es mentira lo que se dice del andaluz.
    —¿Cuándo se dio cuenta de que realmente quería ser actor?
    —Cuando era niño yo tenía una facilidad tremenda para imaginar que era otra persona. Entonces, yo intuía que mi cara se transformaba y aplicaba los gestos de esa persona. Era como un juego. Y, años después, leyendo el método Stanislavsky, me di cuenta de que eso era una técnica interpretativa. Pero realmente cuando yo empecé a estudiar interpretación, me pilló muy tarde, con unos 25 años. Yo tenía mi trabajo en Las Palmas. Allí, había una escuela de interpretación y me apunté como el que hace yoga después del trabajo. Pero es algo que te pica. Cuando lo sientes, te pica y estás perdido. Tuve un profesor muy bueno y me encantaba cómo daba las clases. Cuando vine a Jaén, no había escuelas de ese tipo y lo único que pude hacer para matar el gusanillo fue apuntarme a la Universidad Popular (UPM), hasta que surgió Teatro Xtremo. Formé parte de la compañía y estuve casi cinco años. Ahora, otros actores de Teatro Xtremo y yo nos hemos lanzado a nuestra propia aventura y hemos formado Tetrae Teatro. Juan Antonio Anguita, que también forma parte de la compañía, ha escrito una obra original y la estrenamos el próximo 3 de octubre, en el Nuevo Teatro Infanta Leonor.
    —¿Le decían de pequeño que era teatrero?
    —Sí, recuerdo unas fotos mías bailando. Todos los domingos íbamos a casa de mis abuelos y me acuerdo de que mis tíos ponían música antes de comer. Tengo una foto mía con el pelo largo muy lacio (parecía una niña) en vaqueros, con la camisa abierta, una pajarita y en plan roquero, bailando Bienvenidos. Mi abuelo era músico de salas de fiestas y tocaba con artistas como Antonio Machín o María Dolores Pradera. Entonces siempre he tenido esa vena musical. De hecho, estuve en un grupo de música como cantante.
    —¿Le gusta el karaoke?
    —¿Que si me gusta el karaoke? Bueno, vale, te lo voy a contar (se ríe y me dice que no lo ponga en la entrevista). Cuando tenía unos 20 años, gané un concurso de solista en una sala de fiestas de Las Palmas. Había karaoke en esa sala y, un día, con unos amigos canté de cachondeo y monté un escándalo porque mientras cantaba agarré el cable del micro, comencé a girarlo y se rompió. El disc-jockey me llamó la atención por lo del micrófono y me propuso que me presentara al concurso.
    —¿Se acuerda de la canción que cantó?
    —Sí (se ríe y se imagina a sus amigos partiéndose de risa al leer esta respuesta). Canté Maldito Duende.
    —¿Se vive siendo actor?
    —De actor no se vive, se sobrevive, hasta que “pegas el pelotazo”. Yo empecé la carrera de Historia, pero me dediqué a currar y lo dejé. Tengo muchísimos cursos empezados y sin terminar. He sido dependiente, auxiliar administrativo, técnico informático. Y eso es algo que han hecho todos los actores, menos “el hijo de” o “la hija de”.
    —¿Usted cree que pegará el pelotazo?
    —Es que, en esta profesión, no se puede cuantificar el talento. El actor no es como el atleta, que consigue una marca, sino que es un trabajo subjetivo. Le llegas a la gente o no. Incluso aunque le llegues a la mayoría, hay una minoría a la que no le llegas. Hay infinidad de buenos actores que son administrativos o camareros. He visto muchísimos buenos actores en salas pequeñas que nadie conoce y otros, a los que todo el mundo conoce y que, sin embargo, son malísimos. He llegado a entender que pegar el pelotazo y ser un actor reconocido no depende de ti.
    —¿Le gusta más el cine o el teatro?
    —El teatro. Hay gente de teatro que puede hacer cine, pero hay actores de cine que no saben hacer teatro. Desarrollar un personaje durante una hora y media sin cortes produce una adrenalina que sólo la tiene el teatro. Estar en un escenario me da mucha responsabilidad. Tienes que tener concentración, disciplina y responsabilidad sobre algo que es sentimental, emocional, superfluo, que se puede ir de las manos y, encima, tienes que quedar natural.
    —¿Compra películas piratas?
    —Nunca. Reniego de todo eso por completo.