19 jul 2014 / 22:00 H.
El drama que se vive en la Franja de Gaza es inadmisible. La operación de castigo de Israel no tiene freno y ni la ONU ni las grandes potencias del mundo son capaces de convencer al todopoderoso aliado que siembra con sus acciones odio y dolor contra sus propios ciudadanos durante años. Por más que los objetivos sean terroristas, quien sufre los bombardeos y ahora la incursión terrestre es una población civil abandonada a su suerte por la comunidad internacional. Los pocos que están allí ayudándolos dan fe de cómo son objetivos reales del fuego israelí y de la precariedad con la que tienen que hacer frente cada día, al margen o no de que haya acciones militares. El embargo empobrece a una población que sufre esta acción sibilina que solo busca cansarla hasta que abandone su preciada tierra. La desprotección del pueblo palestino debería ser una prioridad para los organismos internacionales pero, siempre, históricamente, se priman otros intereses geopolíticos, cuando no comerciales, para que ellos sean lo último a lo que se presta atención. La Liga Árabe, por su parte, también es especialmente cuidadosa porque cualquier apoyo a Palestina se entiende en clave de prestar ayuda a los terroristas. Solo la historia será capaz de calibrar y contar con detalle y sin pasiones torticeras el tremendo error internacional en este territorio. Un país en el que cada vez más se alzan voces contra un atropello a la razón y a la moral. Al otro lado, los terroristas de Hamas tienen que calibrar hasta qué punto, realmente, “defienden” a los suyos con el lanzamiento de sus cohetes. Pero lo que no se puede confundir es a unos terroristas con la representación y el castigo para todo un pueblo.