Odium Fidei

Desde andújar. No se discute lo que hace una madre, porque la madre sabe más y ama más. Respetando esa premisa, puede ahora considerarse la conveniencia o no de las beatificaciones de aquéllos mártires que lo fueron de la guerra, y por causa de su fe religiosa, un total hasta ahora de mil quinientas veintitrés personas. Siendo la caridad el signo máximo de la Iglesia, esa caridad exige, más que nada y ante todo, el perdón sincero aunque doloroso a aquéllos que apretaron el gatillo o mandaron apretarlo.

    22 nov 2013 / 09:29 H.

    Es fácil intuir que las propias víctimas en el umbral de la muerte ya perdonaron a sus verdugos. Cabe pensar también que los ejecutores de antaño no sabían lo que hacían, que se dejaron llevar por las circunstancias o que fueron maliciosamente inducidos a la violencia extrema. La exaltación pública de unos, merecida por otra parte, implica la reprobación implícita e intuitiva de los otros. Más que señalar con el dedo, procede, por tanto, imponer la paz, porque víctimas de la violencia y de la sinrazón hubo en ambos lados. Las disculpas y el perdón han de pedirse y otorgarse, pues, desde uno y otro bando. Por eso hubiera sido preferible, preferible por ventajoso para la propia Iglesia, prescindir del boato y de las beatificaciones masivas, e instalarse en el perdón y acercamiento recíproco.
    josé maría ruiz relaño