Odas para la Alcaldesa Mayor

No subía tres palmos del suelo, pero sus piececillos “volaban”, prestos, por San Clemente. Vestía un traje corto de flamenca de un blanco tan cristalino como su inocencia. Tenía los ribetes rojos y, en cada mano, con un cuidado proverbial, asía cuatro claveles a conjunto con su vestido. “¿Esas flores son para la Virgen?”, le preguntó una señora, y la pequeña elevó su cabecita infantil, y ayudada por su madre, perdió la timidez y contestó: “Sí”. En el día grande de la Feria Chica de la capital, era una de las decenas de niños que, “llenos de ilusión”, se acercaron hasta las puertas de la Basílica Menor de San Ildefonso, acompañados de sus familiares, para hacer la tradicional ofrenda floral a la Virgen de la Capilla.

11 jun 2014 / 22:00 H.


“Se trata de unas florecillas que quizá no tienen valor material, y ni falta que hace —reflexionó el hermano mayor de la hermandad, Enrique Caro—, pero son muy importantes porque, a través de ellas, los niños acercan sus corazones todavía limpios a la copatrona y eso a la Virgen y al Señor les gusta mucho”. Las campanas del templo no habían dado aún la una de la tarde, pero los alrededores de este castizo barrio de la capital, desde la Plaza de la Constitución, a la calle Tablerón y, por supuesto, la plaza homónima eran un hervidero de gente. Muchos acababan de salir de una misa de cabildos, oficiada por el obispo, Ramón del Hoyo, en la que sorprendió la “gran cantidad de sacerdotes” que asistieron a ella —“unos 70”— y en la que faltaron sillas para la multitud de devotos que se congregó. “Es una veneración que le hacen las autoridades religiosas, civiles, militares y policiales a la patrona, además del pueblo de Jaén, y es solemne y emocionante”, resaltó Caro, con orgullo.


Las polifonías del Orfeón Santo Reino sirvieron como telón de fondo musical a una eucaristía en la que Ella acaparaba todas las miradas. Tan diminuta como bella, estaba ataviada con el manto de color rosa palo y bordados en plata de ley de la Coronación de 1930. Una pieza de valor incalculable que sus camareras cambiarían por la tarde. ¿Por qué otro manto? Era la pregunta que los periodistas hacían con insistencia al hermano mayor. Pero, en una Plaza de San Ildefonso a rebosar, y a la espera de que las campanas doblaran por el inicio de la ofrenda floral, la respuesta era la misma: “Es un secreto. Hasta esta tarde, no podemos decir nada”. Pocos minutos después, del campanario se escapó el sonido metálico que anunciaba la una de la tarde. Y, entonces, los caballos cruzaron la plaza y una turba de jiennenses de todas las edades desfiló ante el mosaico de la Virgen para ofrecerle flores de todos los tipos, aunque predominaban los claveles españoles, y de todos colores.


Era la primera mitad de una intensa jornada que tuvo su punto álgido por la tarde, cuando, a las ocho y media en punto, la Alcaldesa Mayor cruzó el umbral de la puerta principal de la Basílica Menor y miles de pétalos de rosa se precipitaron, como gotas de lluvia, sobre un manto azul marino, con bordados en plata, que la familia López Pareja le donó allá por los años cincuenta. “Lo hizo cuando su hijo se licenció como ingeniero de Caminos. Por eso, lleva el escudo de la Facultad”, explicó el secretario de la cofradía, Antonio Martínez.


Para entonces ya se perdían a lo lejos los ecos de los tambores y y cornetas de la banda de María Auxiliadora que abría la procesión llenando las calles con la sobriedad castrense de sus marchas. Tras ellos, en un itinerario de tres horas marcado por la muchedumbre que, abanico en mano, aguardaba expectante en las aceras el paso de la Virgen, y balcones engalanados con mantones de Manila y banderas rojigualdas, seguían delegaciones de las cofradías de Pasión y Gloria; chirris y pastiras, entre los que se encontraba el subdirector de la UPM, Francisco Jiménez, como parte de la corte de honor de la copatrona; niños de Primera Comunión y mantillas; representantes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad; 10 de los 16 miembros del equipo de Gobierno local, con el alcalde, José Enrique Fernández de Moya, a la cabeza; el deán, Francisco Juan Martínez; cofrades de la hermandad de la Virgen de la Capilla y la Banda Municipal de Música, que cerraba una procesión de momentos especialmente bellos como el paso por la calle Almenas o La Carrera.