Ocho valientes que hincaron la rodilla en el barro por un sueño

En apenas dos meses pasaron de jugar en grandes estadios a campos de tierra. De verse respaldados por miles de aficionados a entrenarse en parques en la más absoluta soledad. El verano de 2009 fue uno de los más duros de la historia del fútbol linarense. El 21 de julio de aquel año quedará grabado en la memoria de los hinchas: La junta directiva certificaba la defunción del CD Linares, por una deuda de 1,5 millones de euros. De nuevo, como veinte años antes había ocurrió con el Linares CF, el equipo  debía comenzar desde lo más bajo.

07 may 2014 / 22:00 H.

 

Un grupo de aficionados, encabezado por Pedro Sáez, Antonio Fernández Quero y Antonio Zapata —que siguen en la actual directiva—, cogió el timón de un proyecto deportivo sin recursos económicos, ni materiales, pero con  la ilusión devolver el esplendor al Linares desde “la humildad y la austeridad”. En septiembre, en los Jardines de Doña Luci, daba sus primeros pasos el Linares Deportivo. Lo hacía a las órdenes de un técnico local, Alfonso López Simarro, y de un puñado de jugadores criados en la cantera azulilla, junto con otros procedentes del equipo de Segunda B que se negaban a “dejar a la deriva el club y a la ciudad a la que tanto debían”.
Ocho de aquellos futbolistas forman parte de la actual plantilla que aspira a regresar, en solo cinco años, a la División de Bronce. Se trata de Óscar Benito, Rubio, Fran Carles, Corpas, Siscu, Javi Quesada, David Rus y Vicente,  y el entrenador Antonio José García, “Torres”, ayudante en los inicios de López Simarro. “De aquellos tiempos, recuerdo la soledad, los campos de tierra y las gradas vacías. Fueron momentos duros, pero, a la vez, satisfactorios, porque era fútbol en estado puro sin dinero de por medio”, rememora Óscar Benito, quien jugó en Segunda División A con el Leganés y fue pieza importante en la época dorada del CD Linares. Fran Carles, hijo del mítico Carles, con el que la afición azulilla vivió tardes de gloria, recuerda lo duro que fue todo al principio. “Venía de debutar en Segunda B y, de pronto, me vi en Primera Provincial. Lo que fortaleció a aquel vestuario fue la unión y las ganas inmensas por recuperar el terreno perdido de un club que no se merecía esas categorías”. Tanto Carles como el resto, están muy cerca de cumplir el sueño por el que apostaron por esta aventura.