Hasta siempre

A la abuela más maravillosa del mundo, Remedios Cruz Colomo, y a todo el amor que nos dio
Nuestra abuela nació en Jaén. Fue una niña delgaducha, pícara, que creció con la mirada triste de una niña huérfana que no conoció nunca la calidez y la protección del abrazo de unos padres. Miedo a la guerra, hambre de posguerra, soledad sin límites, trabajo duro desde la más tierna infancia, frío en el corazón… Aún así, superó con la misma fortaleza que mantuvo durante toda su vida, aquellos años de soledad y hambre. Trabajó toda su infancia, su adolescencia, su madurez, y quizás, el día que colgó el “mandil”, empezó a envejecer. Mantuvo su propio negocio, la panadería “María la Paz”, en el barrio de la Alcantarilla, sola, viuda y con dos hijos.

    13 dic 2008 / 23:00 H.

    El horno fue nuestro hogar. Allí se criaron sus hijos y después sus cinco nietos, cinco trastos juguetones que trepaban por los sacos de harina y perseguían ratoncillos en la leñera. Nuestra abuela tenía una sonrisa preciosa, unas manos fuertes, unos ojos despiertos y vivarachos y un don especial para guisar platos tradicionales y llenos de sabor. Nos unen a ella y al horno, parte de los recuerdos más entrañables de nuestra vida, las cenas de Navidad, tan familiares y divertidas, las meriendas con magdalenas y chocolate calentito y bien espeso, las alegres conversaciones sobre la prensa del corazón o los cotilleos pasajeros y sin malicia del vecindario. No pudo ir a la escuela, pero eso no impidió que aprendiera a leer y a contar con desenvoltura, era importante para su negocio y nunca se le escapaba un “perra chica” del cajón del despacho. Escribía con dificultad su nombre, pero lo hacía con gran orgullo, porque fue un logro propio, una lucha personal por no ser ignorante, confesaba con humildad su desconocimiento sobre muchas cosas, pero mantuvo siempre la curiosidad despierta y atenta a nuevos conocimientos que le hicieran subir un peldaño en su humilde escala del saber. Remedios fue joven, guapa, garbosa, coqueteó con el amor, se apasionó, vivió momentos divertidos, lloró, tuvo dolores de cabeza, de espalda, comió con placer, dio alguna que otra calada a un pitillo en celebraciones familiares, bebió cerveza fresquita y espumosa, contó chistes, cantó, anduvo rápido y bien derecha, se enfadó, se entusiasmó, se desesperó, se cansó, tuvo ilusiones, ambiciones, frustraciones, preguntas, alegrías, amor, tuvo una “vida”. Nuestras limitaciones narrativas nos impiden hacer justicia a sus ochenta y tres años, es difícil reunir en dos mil caracteres la existencia de alguien a quien has querido. Baste decir que, después de un año sin nuestra abuela, sentimos de corazón su ausencia, echamos de menos su voz, su olor a magdalena calentita, sus pellizcos y sus abrazos. Diario JAEN nos ofrece la posibilidad de rendir un pequeño homenaje a nuestra “abu”, un recordatorio de lo que fue y lo que significó para nosotros, así que, abuelita, allí donde estés, lee este artículo, porque es un regalo que te queremos hacer tus nietas en agradecimiento a todos los años de amor y ternura que nos ofreciste. No te olvidaremos nunca.
    Tus nietas, Olga, Remedios, Mercedes y Ana, con amor recién
    horneado y azúcar por encima. Jaén

    José Haro Herrador fue un apasionado del Barça y un docente muy querido

    El pasado día 1 de diciembre fallecía a los 60 años el loperano José Haro Herrador y no pasa ningún día sin que sea recordado por su familia, vecinos y amigos, pues, ante todo, fue una gran persona. José nació en 1948 en el seno de una familia de albañiles. Sus padres fueron Antonio Haro Quero y Catalina Herrador Hoyo. Era el mayor de tres hermanos (José, Antonio y María). Su infancia transcurrió en torno a la ermita del Santo Cristo junto a sus amigos Manuel Merino, Benito Vallejo, Felipe Hueso, Felipe Lara, Francisco Cantero, etcétera. Tras realizar los estudios primarios en las Escuelas Graduadas de Lopera, continuó su formación en la Academia “Santo Tomás de Aquino”, donde se preparó para el bachillerato que aprobó en el Instituto “Virgen del Carmen” de Jaén , posteriormente, hizo Magisterio en la Escuela Normal de Córdoba. Ejerció de maestro en 1969 en su primer destino de Lucena (Córdoba). Años más tarde, hizo un periplo docente por distintos pueblos de Jaén (Porcuna, Pozo Alcón, Villacarrillo, La Higuera) y de Córdoba (Lucena, Palenciana y Villa del río) hasta que finalmente recaló en su Lopera querida en el año 1980, donde se jubiló en septiembre de 2008. Dentro de sus aficiones destacaba sobre todo la pasión que tenía por leer Diario JAEN y Mundo Deportivo, que compraba a diario, y, especialmente, por el Barcelona, del que era socio. Junto a Roque Lara y Alfonso Campuzano fundó, a finales de los años 80, una peña barcelonista en Lopera con el nombre de “Castillo de Lopera”, con esta peña organizó innumerables actividades recreativas y culturales, además de asistir al Camp Nou para ver en vivo algún partido del Barça. Él, a título personal y con otras peñas, fue a ver a su equipo, el Barcelona, incluso a Japón, Inglaterra, y otros países. También le encantaba su profesión de maestro y el trato directo con sus alumnos. Otra de las aficiones de Pepe, como era conocido en Lopera, era la natación, y, cada día, acudía a la piscina cubierta de Villa del Río a ejercitar uno de sus deportes favoritos. Como lector y persona inquieta por lo que acontecía a su alrededor, era asiduo de Diario JAEN y de Mundo Deportivo, cuyos ejemplares los adquiría cada día en la Papelería Bueno. Le gustaba pasar algunos ratos del día frente al ordenador buscando cosas de todo tipo. Fue un hombre de carácter pacífico y nunca se enfrentó con nadie a pesar de que encajaba mal las derrotas del Barcelona. Fue una persona muy servicial y le encantaba hacer fotos y vídeos para después enseñarlas a todo el mundo. A pesar de que él sabía la enfermedad que tenía, nunca se quejó y siempre luchó hasta última hora por superarla. En sus pensamientos estaba el de disfrutar la ansiada jubilación, de la que sólo pudo percibir dos meses. Tras su muerte, numerosas peñas de toda España mostraron su condolencia a su familia, la cual está muy agradecida y todo el claustro de profesores del colegio “Miguel de Cervantes” de Lopera y  el inspector de Educación, asistieron a su sepelio. Su  memoria permanecerá siempre viva en el recuerdo más íntimo de toda su familia y amigos.
    Por José Luis Pantoja
    Lopera




    Ramón Vílches Martínez de Jaén

    Al abuelo que siempre nos quiso con toda su alma

    Te queremos abuelo. Te fuiste recién afeitado. Justo el día de tu santo quiso Dios que el aparato aquel que habíamos reparado cuatro años antes, te fallara la mañana del 31 de agosto. Aún no me lo creo. Recuerdo cuando nos contabas a tus seis nietos, siempre entre sonrisas, que toda tu vida laboral había transcurrido entre verduras. Naciste y te criaste en una casería en el Puente de la Sierra, rodeado de animales y de una gran huerta de verduras y hortalizas al cuidado de tu padre. Más tarde este oficio lo desempeñaste tú. Empezaste a trabajar en un puesto en la plaza de abastos. Así, los seis empezamos a entender aquel mote con el que todos tus amigos te llamaban cariñosamente “El Verduras”. La plaza era tu segunda casa. Allí todo el mundo te conocía. De hecho, dejas multitud de buenos amigos que seguro que estos días te añoran. Seguramente, uno de los que más te echan en falta es Luis, pues cuando dejaste tu puesto todas las mañanas acudías al suyo, de lunes a sábado, y allí pasabas horas y horas sin cansarte nunca. Comprabas todo aquello que a tu mujer, a tus hijos y a tus nietos les gustaba, siempre pensando en los demás. Fuiste un trabajador nato. También cobrabas a la gente, sí, ya que fuiste cobrador de una compañía de seguros. Una de tus grandes aficiones era el dominó y todas las tardes acudías al casino a echar unas partidillas. Eras un jugador estupendo, la prueba es la gran cantidad de trofeos que se conservan en tu casa. Somos muy afortunados y estamos muy orgullosos de haber tenido a nuestro lado a un abuelo como tú, una persona con coraje, luchadora, trabajadora, sonriente y haciendo feliz a los demás. Tus nietos.

    Arturo Ruiz Montes de Jaén

    Un pintor que siempre amó todo lo de Jaén

    Mi padre fue un gran pintor rotulista y también dejó un sello propio en lo artístico. Aprendió el oficio en los mejores talleres que había en Jaén, entre otros, en el de Tomás Martínez Sutil, y todo lo que sabía de la profesión intentó transmitírmelo. Estudió cinco años en la Escuela de Artes y Oficios y allí empezó a hacer sus pinitos como dibujante y pintor de paisajes y bodegones. Siempre quiso tener como modelo a Jaén y le encantaba salir al campo con su caballete a tomar apuntes que, luego, completaba en su estudio. Pintó el olivar, las sierras de Jaén, la Cañada de las Hazadillas y todos sus alrededores. Conoció a pintores como Francisco Cerezo, Alfonso Parras, Antonio Cortés, Miguel Viribay y Rafael Ortega, con los que hizo muchas salidas al campo. Había conseguido una beca para estudiar Bellas Artes, pero tuvo que desestimarla porque mi madre estaba ambarazada de mí y mi padre tenía que trabajar para ganar el sustento de la casa. En los años 60 trabajó en Madrid pintando decorados de escenarios para películas, contratado por la CEAC. También hizo muchas carteleras de películas en el cine Cervantes y para plazas de toros y campos de fútbol. En la reciente feria de ArtJaén se expuso un dibujo al carboncillo suyo y varios cuadros míos. Mi padre nació y vivió en Jaén, sobre todo en el Arrabalejo y, finalmente, en Peñamefécit, y se sentía muy jaenero. Fue socio del Real Jaén y un gran aficionado. Amigo de sus amigos, todo el mundo que lo conoció lo apreciaba. Fue una persona buena y trabajadora, y muy de su casa. Murió a los 84 años, con un principio de alzheimer, pero, como dijeron los médicos, fue víctima de la edad, ya que siempre gozó de buena salud. Tu hijo Arturo.

    Alfonso Ramírez de Jaén

    Al mal tiempo buena cara, amigo Alfonso

    En este mes que acabó hace unos días murió un amigo y compañero de trabajo, Alfonso Ramírez. Yo que contaba entre los que él decía “amigos que se pueden contar con los dedos de una mano”, este agnóstico que a mí me decía “si me muero antes que tú vendré a tirarte de los pies” o “que se muera mi ciprianillo si es mentira”, y, por último, decía también: “si Dios es tan misericordioso no me puede castigar al fuego eterno”. En fin, han sido muchos años juntos, era un hombre de principios “socialista hasta la médula”, no se quitó nunca el cartel de progre y le pegaba a lo de la razón con mucha coherencia. Otra cosa que decía era: “la juventud de ahora no valora lo que tiene”. Hablando de democracia, le pilló la transición estudiando en Barcelona una carrera de Historia de la que le faltaba alguna asignatura por aprobar, lo expulsaron en una revuelta durante esos años de transición... “La juventud no valora la libertad que se consiguió”... le decía también a sus hijos. El mejor legado que un padre puede dejar a sus hijos es una buena educación... y qué razón tenía. La vida es efímera y cuando menos lo esperas zas... Te vas. Yo he creído conocerle, y me decía cuando filosofábamos un rato, mi vida ha sido una sucesión de errores... (de los que aprendemos), han pasado ya tres semanas desde que partió y mi corazón me lo siento, escribiendo estas notas escuetas. Hemos aprendido mucho de él porque estaba puesto, con un bagaje cultural algo impresionante... En fin, el había aprendido a vivir la vida... Los de alrededor nos quedamos con un buen sabor de boca. Los buenos recuerdos de un amigo. Lola Fontecha.

    José Ángel Tortosa Granados de Villacarrillo

    Una persona entusiasta, dinámica y apasionada

    Hace poco más de un mes que este hombre entusiasta, familiar y leal con sus amigos fallecía dejando una huella imborrable para todos los que le conocieron. Sus seres queridos lo recuerdan con emoción. “José Ángel tenía la habilidad de hacerte compartir el entusiasmo  por todo lo que hacía, una persona capaz de ilusionarse con cada proyecto, con cada iniciativa en la que se involucraba dando el cien por cien en todas las facetas de su vida”. Su familia guarda muchos recuerdos y momentos inolvidables, pero también son muchas las personas que a lo largo de su vida han compartido experiencias con él, amigos, compañeros de trabajo y aficiones. Vivía con especial dedicación su profesión. Era profesor de Historia en el instituto Sierra de las Villas y jefe de estudios. Su inquietud lo llevo a estar en distintos frentes de la vida social de su pueblo, por el que sentía verdadera pasión. Fue presidente de Cruz Roja en Villacarrillo, miembro de la asociación Amigos de la Historia, hermano mayor de la Cofradía de La Oración en el Huerto, y concejal del Ayuntamiento, entre otras ocupaciones.  Le apasionaba era la música y desde sus comienzos perteneció a la Agrupación Musical Cristóbal Marín, de la que también había sido presidente. Tocaba tanto la flauta como el flautín, y esa afición musical, como dicen quienes le conocían bien, fue su gran pasión. José Ángel falleció a los sesenta años. En ese tiempo, el día a día estuvo lleno de vitalidad y energía, la misma que hoy le sirve de recuerdo a su esposa Agustina y a sus hijos Pedro, Mónica, María y José Ángel, a quienes les brillan los ojos al recodar la figura del esposo y el padre que les dejó una huella indeleble, que estará presente para siempre en sus vidas. Lola Casans.