Nunca lo volveré a hacer
Desde Jaén. Cuando mi hija hace algo malo, que suele ser la mitad de las veces que ejecuta una acción (más por desconocimiento del bien y del mal que por actitud negativa), me mira con carita de corderito degollado, me dilata las pupilas al estilo Garfield y me dice “perdón, papá, no lo volveré a hacer nunca”. Dos años y una hermana pequeña como máxima responsabilidad.
Nuestro monarca, envuelto en una persecución mediática desde el famoso “por qué no te callas”, ha tirado de galones, y en vez de dar la callada por respuesta y pensar eso de que me quiten lo bailao, o aleluya aleluya cada uno con la suya, he dilatado sus pupilas. Y eso es una dilatación, y no la del parto de mi prima. Ole y ole por el Rey. Así, sí. Si todos y cada uno de los políticos, personajes públicos e incluso miembros de la Casa Real empezaran por ese pequeño pero contundente ejercicio de reflexión, otro gallo le cantaría a la opinión pública. Tampoco es que nos valga con un “perdón, no volveré a robar más”, o “lo siento, jamás volveré a ejecutar un ERE”, ni “a partir de ahora los trajes me los compro en Mango”, pero las sensaciones serían otras. Que el empleado público es eso, un empleado, público, y a costa de erario público. De mis billetes, vamos. Nuestra máxima representación, nacional e internacional, la Monarquía, esa pieza clave de la Democracia, está pasando un mal momento. Se dice por ahí que a la cacería iba de invitado, y que “gastó” cuatro días de vacaciones que le quedaban. También es mala pata. O cadera. Hasta los conejos se tiran a las escopetas. Seguro que a la tal Argentina le ha dado miedo pensar que aparezca Don Juan Carlos y le ponga ojitos; en vez de privatizar, lo mismo libera y pone el ejército de tierra a su nombre. Otras Malvinas le cantarían. Además, la del Rey, tiene pinta de ser una baja de esas ideales para los empresarios, porque parece que va a seguir con trabajo de despacho (la verdad sea dicha, tampoco me lo imagino poniendo copas o barriendo céspedes). Se pierde los desfiles, viajes diplomáticos y las peleas con los mandatarios/dictadores, y así no los tiene que mandar callar. A esas ojeras les vendrán bien un poco de saloning. Eso sí, le recomiendo que cierre la armería y que ponga luces de gálibo en las puertas, por lo que pueda pasar.
Francisco J. Peinado