Nuestro ejemplo

Concepción Agustino Rueda desde Jaén. Decimos, a menudo, que los niños son como esponjas, porque se empapan enseguida de lo que ven a su alrededor. Todo lo captan, lo asimilan, lo repiten, lo convierten en parte de su personalidad. Es muy importante, por tanto, para ellos, el ejemplo de sus padres.

    22 oct 2013 / 09:59 H.

    Son su modelo a seguir, desde que nacen, y nunca debemos pretender que lo encuentren en la escuela, el colegio, el instituto, etcétera, solo porque el nuestro no termina de gustarnos, o porque es, claramente, más cómodo y menos comprometido hacerlo así. Porque, ¿quién dijo que la educación de los hijos fuera tarea fácil? Requiere de nosotros mucha atención, seguimiento, y una forma de actuar responsable, abriendo un camino, donde la laboriosidad, el esfuerzo, la humildad, el respeto, la serenidad, la paciencia y el optimismo, sean patrones de conducta a imitar, habituales. Opino que hemos de aceptar sus cualidades, facultades, aptitudes, sus peculiaridades, ayudándoles a que se reconozcan en ellas, en los propios valores; hemos de robustecer su autoestima, la seguridad en sí mismos, como personas únicas e irrepetibles, en proceso siempre de aprendizaje, de mejora, de perfeccionamiento. Debemos inculcarles, desde pequeños, unos recios principios, en un clima de naturalidad y de sencillez. Considero que es obvio, el que antepongamos su formación física, intelectual, espiritual, etcétera, a nuestro trabajo o a nuestro tiempo de ocio. Ellos valorarán la prioridad que tienen en nuestra vida, la importancia que adquieren en ella. Los hijos son nuestra obra, y hemos de procurar que sean una buena obra, que perdure en el tiempo, digna de ser imitada, a su vez, por sus propios hijos, nuestros nietos.