07 oct 2015 / 12:30 H.
Todos hemos soñado —independientemente de la condición socioeconómica— subirnos a una furgoneta y, a ser posible en pareja, recorrer un continente cualquiera por una temporadita. Plantearse otros objetivos. No se trata de un sueño o año sabático, sino de la válvula de escape —oxígeno puro— que ofreció el capitalismo consumista desde los años sesenta. Se mezclaban ricos y pobres envueltos en las clases medias. Después, las democracias occidentales dejaron poco hueco, cerrando incluso esa vía, que cayó en desprestigio, obviamente también de manera deliberada: los hippies eran vagos, drogadictos, promiscuos, no se lavaban, y no se sabe cuántos calificativos más llegaron a tener. Lo cierto es que hoy las alternativas son pocas, y vivimos asfixiados por los horarios infernales de un trabajo en el que nos volcamos tantas horas, por poco. Siempre el trabajo como clave de la supervivencia, piedra de toque desde la que se estructura todo. Ahí el individuo invierte todo lo que posee, su capital, es decir su tiempo, su fuerza productiva. Así que, si el trabajo es la base de la independencia, nuestra vida hippie plantea —y planea— un modo distinto de ver las responsabilidades y la autonomía. Se trata de organizar el tiempo con otra base, dar tímidos pasos hacia un acercamiento de ganas y compromiso, amor y dedicación, hacia una situación que nos saque de esta realidad aplastante. Equilibrio frente a conflicto. Cuántas veces nos hemos visto arrastrados por las circunstancias, incapaces de decir que no, o imposibilitados a tomar las riendas. Ya es hora de mirar al otro con respeto, y para eso hay que respetarse uno mismo. Hay que valorar esos pequeños avances, y por eso una economía de subsistencia en crisis organizará nuevas necesidades. Quien sabe conformarse es más feliz, aunque vivamos tiempos de absoluta insatisfacción. Paciencia para respetar otros ritmos, apreciar lo que te dan y cuidarse día a día. No sé si alguna vez alcanzaré la felicidad, y dudo hasta que exista, pero quien se mantiene al margen y cultiva una postura crítica ya comienza a salvarse.