Nuestra Constitución

Wert ha atacado de nuevo. Tras algunos decretos sumamente conflictivos a los que criticó el mismo hermano del ministro, profesor de universidad, la universidad se convierte definitivamente en empresa y la docencia y la investigación devienen en máscara grotesca y rota.

    20 jul 2014 / 22:00 H.

    El exterminio de la universidad pública tiene pleno sentido en el ámbito de un neoliberalismo feroz que engulle todo lo que no sea fuente de poder e ingresos. Solo en la medida en que la universidad pública sirva a esos intereses sobrevivirá, ya nadie se atreve a hablar de humanismo o de conocimiento. Frente a este panorama, la sociedad desconoce por completo la universidad pública en la que estudian sus hijos, critican a los profesores, los pocos medios, los problemas para conseguir becas…, pero no entienden que nosotros no somos los enemigos, somos unas víctimas más.

    De hecho, a las personas que me han calificado de “privilegiada”, cuando les he enseñado nómina y les he detallado cuáles son mis obligaciones se han quedado un tanto taciturnas y pensativas. ¿Por qué sigues entonces en la universidad? Por vocación, no hay ninguna otra cosa que quiera hacer, irme a otro país sería rendirme, abandonar a mi familia, a mis amigos, sería reconocer que me obligan a exiliarme, y aguanto, porque a veces las cosas caen por su propio peso.

    En unas semanas en las que un profesor de la Universidad Complutense de Madrid está siendo protagonista por crear una formación política y directamente largarse a Europa no debería sorprender tanto. Parece que Podemos surgió como respuesta a la idea común de que no podemos. Y estoy hablando de la UCM, una universidad con prestigio en la que se está armando la marimorena por la creación de una capilla dentro de un aulario, espacio adecuado para dar clase pero no para rezar, según se deduce de la problemática que los cristianos profesores están creando. ¿Qué pasara cuándo se proponga construir una mezquina o una sinagoga?. Porque constitucionalmente no se puede discriminar a nadie por sus creencias religiosas, pero nuestra Constitución no goza del respeto debido, y esto puede tener consecuencias muy graves.