Nos rompen la madre
Tiene nombre de trueno, de catástrofe. Se llama fracking o, en castellano, fracturación hidráulica. Palabras con muchas erres que forman onomatopeyas violentas y que nos remiten a una técnica de extracción de gases de una brutalidad que asusta. Se trata de inyectar grandes cantidades de agua tóxica en el subsuelo de pizarra, extenderla en horizontal, y hacer trizas la roca para liberar el combustible fósil.
Esta práctica de depredación salvaje cuenta, cómo no, con científicos lacayos que defienden a sus señores del fracking, con sus lobby de presión y de desinformación, y, sin embargo, la Agencia de Medioambiental de EE UU, tan acosada siempre por los lobos del dinero, ha asociado con claridad el fracking con la contaminación de los acuíferos de Wyoming. El asunto no es menor porque el agua que se mete a presión en el subsuelo es un cóctel venenoso compuesto por hasta 260 productos químicos, incluidos algunos cancerígenos o que producen mutaciones. Esta bomba silenciosa penetra a una profundidad de hasta 3 kilómetros y tiene tanta presión y tanto poder corrosivo que, al fracturar la pizarra, disuelve la materia más permeable y libera tóxicos tales como hidrocarburos, metales pesados, o elementos radioactivos. Toda una agresión que nos resquebraja la roca madre y nos deja la quietud del subsuelo hecha un revoltijo de fragmentos, impregnados de ponzoña y propicios para la desestabilización sísmica y la contaminación de acuíferos.
Parece una lejana historia de terror protagonizada por neuróticos avariciosos. Pero están aquí, en Jaén, y aunque la Junta ahora le ve las orejas al lobo, lo cierto es que en su día dio luz verde a esta práctica. Una empresa norteamericana es la que se encarga de llevarse la tajada a cambio de intoxicarnos y removernos los cimientos. A cambio, de amenazar nuestro futuro, porque nos jugamos que, por ejemplo, los 630 kilómetros cuadrados del acuífero de Las Lomas, que vierte en nuestros principales ríos y que podría estar conectado con la zona de Beas, se convierta en una inmensa reserva de agua enferma. Una auténtica epidemia para personas y olivos, y una estocada para una provincia que vende belleza y naturaleza. Luis Caño es el portavoz de la plataforma Andalucía Libre de Fracking. Por favor, escúchenlo.
Salvador Compán es escritor