No romper la cadena del amor

RAFAEL GUTIéRREZ AMARO desde Linares. Hay una canción que siempre que la oigo o que la canto me emociona, lo hago fundamentalmente en las convivencias del Opus Dei, en esas convivencias: se aprende sobre la persona humana; se aprende sobre: religión, cultura, sociedad; se hace deporte; se convive; se dialoga; se reza; e intenta cada uno querer y sentirse querido.

    23 oct 2013 / 16:39 H.

    Y la canción antes mencionada dice: “por amor hay quién pierde su vida, por un amor hay quien pasa las noches llorando, por un amor; que dicha es gastarse por un amor, que dicha es perder la vida, quemar las naves por un amor”. No sé si piensas, querido lector, que el contenido vale la pena, yo así lo pienso, pues creo que el amor es el sólido fundamento de nuestra existencia, de nuestra cotidiana existencia. El amor es como la mágica luz que todo lo envuelve, que todo lo transforma. Pero qué sucede cuando el amor se rompe o se deteriora o se desvanece o desaparece momentáneamente, parcialmente o totalmente, entonces se sufre; y habló de cualquier amor: del amor romántico y emocionado del novio con la novia; del amor matrimonial tan lleno de encantos sí se “riega” y se embellece cada día; del amor a los hijos, amor este tan excelso como lleno de vida, magnanimidad y grandeza; del amor a Dios que les gana a todos en magnitud, trascendencia, infinitud y riqueza, ese amor es la fuente suprema de la que todo amor emana; y como no mencionar el amor entre hermanos, amigos, compañeros. Todos tienen la categoría de emanar como hemos dicho de la divina fuente, cuando es Dios es quien lo vivifica y mantiene. Pero cuando en cada uno de estos casos se rompe la cadena del amor: ¡cuánto se sufre! y viene entonces: el desaliento, la tristeza, la pena y el desencanto, y uno queda sumergido en el hondo pozo del desconcierto generalizado, llega la noche para el alma, llega el túnel de la desesperación: transitoria al menos, llega el aparente ocaso de la vida. Esto no sucede frecuentemente porque casi siempre el amor vuelve a florecer y el túnel, de nuevo, da paso al brillo de la luz; pero cuánto cuanto se sufre en esta secuencia de abandono, por fugaz que sea. Pidamos a Dios que el desamor no llegue al desaliento, que el amor este siempre: vivo, vibrante, activo, que siempre este asentado en la solidez de valores permanentes y en actitudes heroicas, si ello fuera necesario. Pido para ti y para mí, el amor robusto de la mujer y del hombre: romántico, comprometido y fiel; pido para ti, no el desaliento del desamor, sino el aliento del amor, el brillo de la vida, la alegría de la felicidad.