No es lo mismo peluquero que barbero

Recuerdo que en mis años más jóvenes, cuando había que cortar el pelo, de la cabeza, se entiende, mi padre me llevaba a un pequeño local en el barrio, en el que dos hombres de aspecto gracioso y bonachón, hermanos para más señas, uno de ellos conocido futbolista en el club de la localidad, se ocupaban de dejarnos, a mis hermanos y a mi, bien pelados, hasta el punto de pincharnos las yemas de los dedos al pasarlos por la cabeza, únicamente quedaba un mechón orientado según el estilo de flequillo o de 'raya al lao'.

    16 abr 2012 / 11:11 H.

    Aquel pequeño local mi padre lo llamaba barbería, y a los hombres que en él trabajaban los denominaba barberos. Recuerdo que trabajaban con dos utensilios únicamente, unas tijeras bien afiladas y una especie de cangrejo que a la presión de sus brazos iba cortando el pelo al ras del cuero cabelludo. Eso sí, acompañado de un peine, de escasa utilidad, dado que al final de la tarea no había nada que peinar. Luego aquello se fue modernizando, aparecieron unas máquinas eléctricas, de las que únicamente recuerdo el calor que despedían y las pequeñas quemaduras que me producían. El efecto final era el mismo, pelo pincho y peine inútil. La tecnología no daba para más y la voluntad de aquellos hombres llegaba a tratarnos con amabilidad, siempre que permaneciésemos inmóviles durante la faena, pero dejándonos a todos con el mismo aspecto pelado. Ahora hay otras alternativas, como bien conocen. Podemos encontrarnos una amplia oferta de establecimientos para lograr el objetivo de reducir el volumen de pelo que envuelve nuestra cabeza y presentar así un aspecto más saneado y elegante, para quien nos quiera mirar. En estos establecimientos todo se hace con más confort,  podemos aspirar a que nos laven el pelo y nos den un masaje antes de cortarnos la cabellera. El corte se produce con mimo, utilizando diversas herramientas, podemos elegir de qué lado deseamos mantener mayor volumen y qué forma de peinado preferimos lucir. Todo evoluciona, también la técnica del corte y del recorte. Antes solamente había un efecto final, uniforme, que, por cierto, recuerdo me producía frío al salir a la calle. Circula ahora, sin embargo, una nueva especie de barberos que, por extrañas razones, vienen sin preguntar, al parecer enviados por la prima de un tal riesgo que, según cuentan, tiene bastante mal carácter; emplean la técnica más rudimentaria, cortando lo que sobresale, sin otro tipo de consideraciones. Prevénganse contra estos nuevos rasuradores o pasarán mucho frío. (Nota: escrito con todo el respeto para quienes se ocupan del cuidado de nuestro cabello y para aquellos antiguos barberos de barrio a los que, como habrán imaginado, no se refiere este artículo).
    Enrique González Fernández es médico y diplomado en Gestión de Áreas Hospitalarias