"No entiendo que la Música sea optativa en los colegios"

Mariola Cantarero es, además de lo que es, una gran actriz. Si no hubiera desarrollado las virtudes de su prodigiosa voz como cantante, la escena hubiera sido, en cualquier caso, su medio natural. Posee, junto con sus condiciones como soprano, una extraordinaria capacidad interpretativa y un sentido dramático que la convierten en un conjunto armónico de brillantes expresiones artísticas. Esa condición le permite llenar la escena y lograr sensaciones posibles, únicamente, si se dominan de forma natural el canto, el conocimiento de los personajes y la habilidad para copiarles el alma fielmente. No tiene antecedentes musicales en su familia, pero sí un abuelo con alma de cómico, con inquietudes de bohemio soñador y con una enorme sonrisa en el lugar donde todos llevamos el corazón. Irrumpió en Sevilla con una “Traviata” que marcó época en el teatro de la Maestranza y en noviembre de este año, en Canarias, tiene una cita con Puccini, “La Bohème” y una Mimi que llega en el momento que tiene que llegar. Tiempo de tránsito vocal, emocional y artístico. Excitante.

—¿Qué recuerdo tiene de su primera experiencia en Italia, cuando todavía era casi una niña?
—Yo solo he hecho cuatro concursos a lo largo de mi carrera, el último en Italia, “Aslico”, que era un poco especial. El premio no era económico, te daban un papel en una ópera. Gané y puede hacer el papel de Adele del “Comte Ory” de Rossini. Fue una experiencia absolutamente maravillosa, muy intensa y muy especial, sobre todo para una niña que no hablaba nada de italiano y que iba a tener la oportunidad de conocer todos los teatros de tradición y actuar en ellos, ante un público muy entendido. Eran teatros pequeños, pero su público era otro argumento más para nuestro aprendizaje. Teatros como Pavia, Cremona… Y luego debutabas en un gran teatro. Yo lo hice en el Carlo Felice de Génova y en el primer reparto estaba Juan Diego Flórez. Allí tuve la oportunidad de conocerle, algo que, de alguna forma, fue otro premio.

16 sep 2014 / 16:03 H.

 

—Fue allí donde la prensa italiana le dedicó un reconocimiento muy especial para usted.
—Sí, un diario italiano, al día siguiente de la representación, me comparó con Monserrat Caballé. Me apreció una exageración, un piropo maravilloso y, a partir de ahí, una gran responsabilidad. Yo me miro en ella, igual que en todas las grandes, porque hay que apuntar a lo más alto. Fue bonito, pero un poco desmesurado.

—¿Cuándo supo que era el momento de atacar “La Traviata”?
—Es un papel que sabía que alguna vez tenía que llegar, pero yo no cantaba ni me preparaba especialmente para debutar en “La Traviata”. Eso viene con una evolución personal en lo que tiene que ver con la técnica, con lo psicológico, incluso con lo físico. Yo no lo busqué, me lo ofreció el teatro de la Maestranza y creí que era el momento. Esto fue el 12 de junio de 2010. Mi carrera entonces cumplía diez años. Pasó mucho tiempo antes de que cantara “La Traviata”, pero aquel fue el momento. Me encontraba en plenitud y la experiencia resultó maravillosa. Después han venido otras “Traviatas”, Violeta siempre es muy especial, pero aquella me dejó un recuerdo extraordinario y fue muy entrañable porque, además de eso, compartí el escenario con Ismael Jordi.

—¿Qué supone para usted de cambio “La Bohème”, que protagonizará en breve tiempo?
—Bueno, me gustaría dejar claro que no es que cambie, amplío. Seguiré haciendo bel canto, mantendré mi repertorio. Es cierto que mi voz, en el centro, ha crecido y tiene un lirismo mayor, pero mantengo la tesitura. No es que cambie de repertorio porque la naturaleza me obligue a un cambio. Todo lo contrario, ahora soy más dueña de mi técnica, con la voz más grande. Lo que ocurre es que puedo afrontar otros papeles, que me apetecen mucho psicológica y dramáticamente, sin dejar los míos de siempre. No es que me haya cansado de hacer de lírico ligera, pero afortunadamente y teniendo, gracias a Dios y a mi trabajo, la extensión de voz que tengo, puedo abarcar un repertorio mucho más amplio, insisto, sin dejar lo demás. Por ejemplo, a mí me gustaría mucho hacer las reinas “belcantistas” porque ahora estoy en un momento vocal óptimo para cantar ese tipo de cosas, Lucrecia Borgia, Ana Bolena o María Estuardo.

—¿Algún proyecto en ese sentido?
—No es fácil, porque ese tipo de títulos no se programan tanto y, hasta que me llegue el proyecto que yo quiero, con el tenor deseado y con la orquesta idónea, voy haciendo otras cosas que no tienen que ver con el bel canto. No es que sean técnicamente más fáciles, pero es cierto que el bel canto te exige más que un verismo como puede ser el “pucciniano”. Más de un si bemol no tengo en una Mimi, de “La Boheme”. El único problema sería que la orquestación es más densa, pero tampoco es un problema, porque si algo tengo es proyección y volumen de voz. Se trata de saber llevarlo a mi terreno y saber adecuar mi canto “belcantista” a Puccini. Que no sería ni la primera ni la última que lo ha hecho.

—¿Conoce ya el personaje que le propone Puccini?
—Lo conozco, pero ahora estoy buceando en él. Creo que me voy a sentir muy identificada con la Mimí, porque es un personaje muy melancólico, muy soñador. Tiene en su canto, en los sonidos que Puccini le infiere, la nostalgia de la vida. Estudiando el último acto me he conmovido. Si lloré mucho cuando entré por primera vez a conocer la muerte de Violeta, en “La Traviata”, con la muerte de Mimí, noto un nudo en la garganta que me hace pensar si seré capaz de cantar eso. Es conmovedor, muy sencillo de cantar, pero con una carga emotiva fortísima. Yo me acerco mucho a los personajes y eso me hace sentirlos de una manera intensa. Supongo que, cuando lo haga mío, lo disfrutaré mucho. Es un personaje increíble. Generoso, altruista, con un alma maravillosa y pleno de matices.

—Este personaje le exigirá un ejercicio actoral importante.
—Me gusta mucho lo actoral, me encanta. Es más, yo no concibo el canto lírico sin una interpretación acorde con ese canto. Siempre me he caracterizado por hacer muy real el bel canto. A veces, al ser muy virtuoso, es estático, necesitas una serie de parámetros para poder cantarlo. Sin embargo trato de darle la carga emotiva que necesita. Hay compañeras que son más frías, por eso que decía, por la técnica, por la concentración. Yo me dejo llevar por el personaje. Si lo he hecho con el bel canto, qué no haré con Puccini, que es realidad pura. Además Puccini te lleva a eso. Era un visionario en ese aspecto y me encuentro, personalmente, como pez dentro del agua.

—¿Cuáles serían sus compañeros de reparto ideales?
—Es un compromiso. Tengo grandes amigos y grandes compañeros. Con José Bros me siento muy bien. Pese a que somos de generaciones distintas, disfruto mucho con él. También con Ismael Jordi, con Celso Albelo y Simón Orfila, que es como si fuera mi hermano. He tenido suerte en esto, he trabajado con los mejores. En cuanto a compañeras, Isabel Rey y María José Montiel son excelentes compañeras, y con Arteta me encantaría coincidir.

—¿Cómo ve el panorama del canto, de los jóvenes de conservatorios?
—La verdad es que no estoy muy cerca de los conservatorios, pero tengo grandes amigos profesores y me cuentan cosas a las que no doy crédito. No creo que en Andalucía sean necesarios seis conservatorios superiores. Sobre todo para el canto. No veo tanto docente preparado para ser catedrático, hablo del canto siempre, no me refiero a otros instrumentos. Puede que sea por la necesidad de crear puestos de trabajo. Por ese lado se puede entender pero, paradójicamente, luego hay plazas sin cubrir. No se ofertan. Tampoco comprendo cómo en los colegios la Música es optativa. Creo que el ser humano sin capacidad para embellecerse, soñar y para todo eso que te da la música no puede subsistir. Quiero ser optimista y pienso que algún día se darán cuenta de que un niño necesita ser instruido en esas materias. En un colegio, a nivel básico, eso es fundamental. No veo bien las cosas pero quiero pensar que mejorarán.