NERY ROJAS FRANCO: "Me queda cuerda para rato, soy un viejo rockero"

Inmaculada Espinilla
Al cantar, su voz es potente, imprime fuerza y, al mismo tiempo, delicadeza. Sin embargo, al conversar, su tono es más suave. Habla despacio y piensa cada respuesta antes de contestar, aunque esta faceta no le resta espontaneidad a la charla. Ha recorrido medio mundo con la guitarra colgada al hombro y, desde 1990, reside en Jaén. Su nombre es Nery Rojas Franco, aunque todo el mundo lo conoce como “El Indio”.

    28 abr 2013 / 09:26 H.

    —¿De dónde viene ese apodo?
    —Soy de más allá del charco, en concreto, de Villarrica, en Paraguay. Unos amigos siempre me decían en broma indio porque era de esa zona. Siempre era con cariño y, al final, me he quedado con ese nombre y es curioso porque, en Jaén, se me conoce siempre por el apodo.
    —¿Por qué recaló en Jaén?
    —Después de haber recorrido varios países, tuve un problema con la documentación en Bélgica y decidí venir a España. Es una cultura y una forma de vida muy parecida a la nuestra. Al principio, estuve en Fuengirola. Tenía un local de música en vivo, en el que actuaba en el grupo “Los fabulosos tres paraguayos”. Una noche, apareció un matrimonio y escuchó la actuación.  Era el encargado del “Shakespeare”, de Jaén, y nos ofrecieron tocar aquí. En un principio, vinimos de paso, aunque yo me quedé unos meses. Aun así, me marché a Dubai, donde estuve un año y medio. De ahí, me fui a Palma de Mallorca y, de nuevo, surgió la posibilidad de estar en Jaén. Fue cuando decidí quedarme. 
    —¿Qué es lo que le atrapó de esta ciudad?
    —Estoy enamorado de Jaén y de sus gentes. Hay que reconocer que no es una ciudad grande, pero es tranquila y, prácticamente, nos conocemos todo el mundo. Esto es importante para vivir. Además, sus gentes son sencillas y hospitalarias.
    —De hecho, usted es una persona más que conocida en la ciudad.
    —Estoy muy adaptado al sistema de vida de esta ciudad y a sus gentes. Lo cierto es que nunca tuve problemas y tengo que agradecer a los jiennenses que me hayan acogido con tanto cariño. 
    — Desde hace un año y medio, en la calle Antonio Herrera Murillo, se encuentra “El Rincón del Indio”, su actual proyecto empresarial. ¿Qué cree que le aporta a la ciudad de Jaén?
    —Su origen se encuentra en una idea de mi pareja, Sergi, y mía. Nos aventuramos a montar el negocio y aquí estamos. Para mí, es un rincón original, creo que en Jaén no hay otro sitio igual. Abrimos de lunes a sábado y ofrecemos música en directo a diario. A partir de las once de la noche, actúo. Además, aquí suenan canciones más antiguas con otras sudamericanas. Por otro lado, este es un lugar en el que, a primera hora de la tarde, se ponen tapillas con la cerveza y el vino y, por la noche, se convierte en un pub. Por ahora, va bien. La gente responde y eso es de agradecer.
    —¿Qué tipo de clientela acude habitualmente al “Rincón del Indio”?
    —Es muy bonita y variada. Aquí conviven desde matrimonios hasta jóvenes de 25 años. La verdad es que estamos muy a gusto, el ambiente es muy bueno.
    —¿Se nota mucho la crisis?
    —Por supuesto. La crisis es para todo el mundo. Está claro que este es un momento en el que nadie se puede hacer rico. Pero pagamos las facturas y vivimos. Eso es suficiente. Por otro lado, pienso que no se puede ambicionar tanto.
    —Supongo que su repertorio ha variado con el paso de los años, ¿qué es lo que puede escuchar una persona que acuda a verlo actuar?
    —Además de los temas de siempre, he incluido canciones más actuales. Aun así, lo que más gusta al público son las canciones suramericanas. En mi repertorio hay boleros, cumbias, rancheras, folclore, canciones del recuerdo, etcétera.
    —¿Cuándo supo que en la música estaba su destino profesional?
    —Yo vivía con mis padres en el campo. Mi madre, los domingos, solía reunir a todos los hijos, yernos y nueras. Un día empecé a cantar y mi hermana le dijo a mi madre que lo hacía bastante bien.
    —Pero, en aquel momento, para usted era solo una afición, ya que sus aspiraciones profesionales eran deportivas.
    —Mi perdición era el fútbol. Yo quería jugar  y probé en un equipo de la capital, Asunción. Cuando toqué el primer balón, vi las estrellas. Estaba lesionado. Entonces tenía unos 18 o 20 años y, como tenía cualidades para cantar, me matriculé en una escuela de canto para perfeccionar mi voz y mejorar. La guitarra la aprendí, como dice la frase popular, en la universidad de la vida.  Estuve unos dos años actuando en restaurantes y, de ahí, me marché a Lima.
    —¿Cómo se tomó su familia que tan joven dejase el país para probar suerte en la música?
    —Bien. Ellos veían que yo no servía para el campo. Era un trabajo muy duro y yo no estaba para arar ni para ese tipo de labores, así que lo mejor era probar fortuna.
    — Su primer destino en el extranjero fue Lima y, después, llegó el resto del mundo.  Venezuela, Brasil, Argentina, Cuba, Bélgica, Holanda, Suiza, Estados Unidos, Canadá o Dubai han sido algunos de sus escenarios. ¿Cómo se lleva estar todo el día con la maleta saltando de un país a otro?
    —Nosotros somos bohemios y estamos acostumbrados a ir de un lugar para otro. El mundo artístico es un poco diferente. El desarraigo se empieza a sentir cuando se cumplen años. Entonces sí llega la nostalgia por la tierra, por la familia, etcétera. Al principio, no sentía esa añoranza y me llegaba con saber que todos están bien. 
    —En la actualidad, tiene 64 años y lleva más de cuarenta dedicados a la música. ¿Le ha compensado tanto esfuerzo? ¿Cuál ha sido la parte positiva y cuál la más negativa?
    —Gracias a los viajes he podido conocer a muchas personas y diferentes culturas. Todas esas vivencias y los recuerdos son lo que se lleva el cuerpo. Por supuesto, también hay tristeza. No es todo color de rosa. Hay épocas en las que se está muy bien y otras, no tanto. Aun así, el balance es positivo y no me puedo quejar. La música me ha dado muchas satisfacciones y la única pena es la añoranza de mi territorio. 
    —¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos? ¿Tiene fuerza para continuar?
    —Aún tengo cuerda para rato. Soy un viejo rockero. Mi principal proyecto es continuar  con el Rincón del Indio. Ya no tengo tantas ganas de actuar en el extranjero.  
    —¿Cuáles son sus pilares fundamentales en la actualidad?
    —Por un lado, están mis dos hijos, que son fruto de mi anterior matrimonio. Se llaman Ismael y Guillermo y ellos dan sentido a mi vida y por ellos lucho cada día. Mi mujer, Sergi, es muy importante en mi vida. Es una mujer emprendedora y valiente. Me ha apoyado en todo momento.
    —¿Cuáles son sus aficiones?
    —Me encanta pasear, tomarme alguna tapa que otra y el deporte.