Navarro y los triples sacan al Madrid de la Copa
Carlos Navarro, un gran choque colectivo y una furiosa lluvia de triples decantaron la primera eliminatoria de la Copa del Rey a favor del Barcelona y cortaron la racha de remontadas épicas a las que el Real Madrid se había acostumbrado en los últimos meses. El decimocuarto clásico copero deparó un fantástico estreno para la competición en el Palacio de los Deportes. El Barca y el Madrid, el Madrid y el Barca, ambos exprimieron las mejores virtudes de dos planteles bien armados y magníficamente dirigidos por técnicos jóvenes que esconden el talento bajo nombres modestos, sin concesiones para la galería.
El reciente duelo que el pasado 28 de enero libraron en la primera jornada de la segunda fase de la Euroliga tensó aún más las cuerdas de los instrumentos que Joan Plaza, en los blancos, y Xavi Pascual, en los azulgranas, afinan con acierto y criterio desde que relevaron a los grandes popes que les precedieron en el cargo: el serbio Bozidar Maljkovic y el montenegrino Dusko Ivanovic. El deporte de la canasta sabe que la derrota enseña mucho más que la victoria. De acuerdo a este principio, el Barcelona debió extraer conclusiones y conocimientos de mayor calado que los madridistas en el envite continental del pasado enero. Perdió por 85-83 después de dominar durante 37 minutos al bloque de Plaza. Lo tuvo en la mano y, sin restar mérito al tesón y la capacidad de sufrimiento demostrada por los capitalinos, salió de la pista de Carabanchel con la sensación de haber entregado un regalo envuelto en papel celofán. Los equipos grandes cuentan, entre otras muchas singularidades, con la inteligencia que convierte los golpes más duros en impulsos positivos. Y el Barcelona, por historia, entidad y presente, tiene un puesto entre los grandes. De otro modo, no habría convertido el desliz europeo en un estímulo para someter al Madrid al vendaval de juego que desplegó en una primera parte mortal de necesidad para prácticamente cualquier rival. Aunque no para este Madrid. El turco Ersan Ilyasova preparó el camino en un comienzo de libro. Siete puntos, un tapón y un mate con la firma del ala-pívot otomano en los seis primeros minutos forzaron al banquillo madrileño a reclamar el primer tiempo muerto de la tarde (8-15). La tendencia marcada por los del Palau sugería un duro castigo. Sin embargo, si hay un rasgo característico de este Real Madrid, sobradamente demostrado a lo largo de la temporada a fuerza de remontadas imposibles, es el espíritu de sufrimiento, la gallardía de no tirar nunca la toalla, la decencia de apretar los dientes hasta el último segundo. Ilyasova, el checo Lubos Barton y Daniel Santiago rubricaron la sensacional interpretación del baloncesto que ejecutó el Barca desde el salto inicial. Un conjunto carente del sentido del sacrificio que impera en el vestuario madridista no hubiera soportado el ritmo ofensivo impuesto por el cuadro culé: siete de ocho de dos en el tramo inicial, dos de cinco en triples y tres de cinco en tiros libres para un 19-23 insólito ante semejantes registros. El banquillo madridista, como en otras ocasiones de vértigo precedentes, ignoró el pánico. Siguió el guión, jugó las bazas que había previsto pacientemente, dejó que los hombres clave desgranasen el poderío que ha tumbado al CSKA Moscú, al Maccabi Tel Aviv israelí, al DKV Joventut, al Unicaja y a todos los primeros espadas que, a lo largo de la segunda vuelta, han firmado la rendición cuando preparaban la celebración del éxito. La valoración alcanzada en la estruendosa puesta en escena barcelonista chocaba con las posibilidades de supervivencia 'locales': 38 puntos por 12. Aún así, la denodada aplicación reboteadora, el inmenso arsenal de calidad del estadounidense Louis Bullock, la acertada irrupción del belga Tomas Van den Spigel y toda la combatividad que derrochan los blancos hicieron posible que el descanso interrumpiera el tira y afloja del clásico con el cuadro de Joan Plaza más que vivo a la vista de lo que había aguantado (38-44). La lección del encuentro europeo de enero que el Barcelona debía aprender tampoco representaba mayores dificultades: si bajas los brazos contra este Real Madrid estás muerto. Los azulgranas pecaron de confianza entonces porque dejaron pasar el momento de apuntillar, que les pasó por delante de las narices en el tercer periodo. Eso, junto con el pundonor madridista, les terminó costando la derrota. Tropezar dos veces en la misma piedra es humano, pero imperdonable para los conjuntos de altos vuelos. Esta vez, el Barca saltó por encima de la roca del Real sin titubear. Estiró la diferencia a trece puntos (43-56 m.26) y, pese a no completar la sentencia (59-64 m.30), evitó caer en el mismo error. A partir de ahí, Juan Carlos Navarro, excelso, lideró una lluvia de triples sobre el aro del Real Madrid que abrió las puertas de las semifinales a los suyos. Pero, ni por esas. Los madridistas siguieron en pie de tal modo que, a falta de un minuto, había partido. Un oportuno lanzamiento paralelo a la línea de fondo de Fran Vázquez acabó, por fin, con la resistencia madrileña (74-82). Navarro y un trece de treinta en triples no dejaban otra opción.