Música llena de expresividad

La canción más hermosa no se escucha se siente. El movimiento de la melodía es el que conmociona. Ya lo saben mucho los intérpretes y los sordos, como los que integran la Asociación de Personas Sordas de Jaén —Aprosoja—, que celebró con éxito el séptimo festival dedicado a la canción en lengua de signos.

28 jun 2014 / 22:00 H.

El Teatro Infanta Leonor de Jaén se llenó para la ocasión. Cientos de jiennenses no quisieron perderse este acontecimiento anual, en el que se reúnen personas de diferentes provincias españolas y que se ha convertido en uno de los certámenes de referencia de la música accesible. Este año, además, los acompañó Ramil, músico coruñés que participó como artista invitado. Todo un honor para el cantante, que con una formación, desde pequeño, en interpretación, danza, lenguaje o canto hizo gala de su expresividad. Así lo dejó en evidencia cuando lo compartió con los espectadores con la interpretación de su cancióm Si me caigo, compuesta por él mismo, o la conocida Somewhere over the raimbow.
Era poco después de la seis de la tarde. Nerviosos, inquietantes y con ganas de demostrar lo que habían preparado para la gala. Los alumnos del colegio Cándido Nogales llenaron de color el “Infanta Leonor”. Los pequeños inauguraron con la interpretación de Quien, del conocido cantante Pablo Alborán, lo que sería una tarde noche llena de emoción, de sentimientos que se trasmitieron en cada una de las actuaciones. El festival también contó con actuaciones como las de Charo y Juan, que dotaron de tono y puso color y sentimiento a la archirreproducida El Amor es una cosa simple, de Tiziano Ferrero. Ya durante la segunda parte, distintos grupos escenificaron bandas sonoras de La vida es bella o el grupo Cabaret participó como Money, Money, de Abba. Hasta desde Madrid, estudiantes de interpretación acudieron con el grupo Sobre el aire para para dar sentimiento y magia a canciones del musical de Mamma Mía.
Más que un concurso, donde hubo veinte participantes en una sola categoría, tanto individual como grupal, el festival se convirtió en una lección sobre cómo se ha de vivir la música, pero también la vida. “Es un acto con el que reivindicamos la importancia de la lengua de signos para nosotros, un derecho con el que pretendemos eliminar las barreras en la comunicación”, expresa María Maroto, miembro de Aprosoja y organizadora del festival. Sordos y oyentes se divirtieron y aplaudieron cada actuación, con aclamaciones tan rotundas como silenciosas. Sobre el escenario, los cuerpos de los participantes se movían ágiles, precisos, de manera asombrosa pero nada incomprensible, hasta el punto de que, en ocasiones, parecía que lo que sobraba era la propia música e, incluso, la voz. Junto con los concursantes, una pantalla gigante situada al fondo del escenario acercaba a los participantes la canción en lengua de  signos, una lengua que empieza a ganar espacio en todas las esferas y muestra que existen capacidades de las que carecen las personas que oyen.