Murphy y su contrapunto
Advierte la Ley de Murphy que cuando algo va mal, siempre puede ir peor. El pronóstico es desalentador. Desmedido, incluso. Desde la distancia, se considera con incredulidad, burla e ironía. Pero para quienes lo sufren es catastrófico.
Advierte la Ley de Murphy que cuando algo va mal, siempre puede ir peor. El pronóstico es desalentador. Desmedido, incluso. Desde la distancia, se considera con incredulidad, burla e ironía. Pero para quienes lo sufren es catastrófico.Es algo así como casarse y programar el viaje de luna de miel a México o EE UU y que un virus alienígena o, mejor, la pantomima en la que ha derivado la gripe porcina, te obligue a cancelar un billete no reembolsable. Ante una situación así, uno nunca sabe si echarse a llorar, clamar al cielo por semejante infortunio o reírse de la mala suerte.
Por desgracia, el protagonista de La escafandra y la mariposa no puede permitirse ninguna de estas reacciones. No ha perdido ningún vuelo a Cancún. Pero ha pasado de tenerlo todo a no tener nada, debido a una patología conocida como síndrome del cautiverio. Postrado en una cama de hospital, a él le toca comenzar a valorar lo que antes no veía. Sin duda, es un caso extremo, pero con él el artista Julian Schnabel nos obliga a sopesar lo que de verdad merece la pena. Y lo hace desde el optimismo, sin caer en el melodrama barato.
Narrada en primera persona y construida a partir de planos subjetivos en los que la cámara nos ofrece la visión del protagonista, La escafandra y la mariposa es, en la línea de la fantástica Lolo, una apología de la imaginación sin límites. Una oda a universos que sólo están al alcance de unos pocos privilegiados. Es color y esperanza frente a la tragedia. Movimiento frente a la parálisis del cuerpo. Y es lo que pocas películas de las que hoy están en cartel: imprescindible. Por Nuria Llópez Priego
La escafandra y la mariposa
Dir.: Julián Schnabel. Interpretes: Mathieu Amalric, E. Seigner