Muñoz Molina y el olivar
Manuel Campos Carpio desde Torredonjimeno. Creo que todos los jiennenses hemos recibido con verdadera satisfacción y un puntito de orgullo la concesión a Antonio Muñoz Molina del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2013, galardón sin duda merecido, dada la calidad literaria de la obra de Muñoz Molina en su ya larga carrera, galardonada con un amplio palmarés de premios, aunque es un hombre relativamente joven del que esperamos mucho en el futuro, incluso algún premio prestigioso de los que cada año conceden en Suecia.
El primer libro que leí de nuestro autor fue “El jinete polaco”, obra que me gustó tanto que la he releído después y he encontrado en cada nueva lectura nuevos valores o matices que creo que no percibí plenamente cuando llegó a mis manos como Premio Planeta a finales de 1991. Aparte de los valores literarios, quisiera comentar que me han llamado siempre la atención dos rasgos en Antonio Muñoz Molina: por una parte, la presencia en su obra de la campiña olivarera de Jaén, vinculación que es perceptible en muchos de sus libros y artículos. Creo que muchos lectores de otras regiones españolas o del extranjero conocen y comprenden la vida, filosofía y trabajos de los hombres de la campiña, sobre todo de la anterior al desarrollismo y los cambios de finales del siglo XX, por el tratamiento que da a nuestra tierra en su obra; por otra parte, me ha llamado siempre la atención su fidelidad al habla de Úbeda, con un ligero acento granadino, a pesar de que son muchos ya los años que lleva viviendo en Madrid o en los Estados Unidos, y todos hemos escuchado en los medios sus intervenciones empleando con absoluta naturalidad el habla de su tierra. Por estas razones y por otras muchas que sería largo y pesado enumerar, me decido hoy a escribir estas palabras sobre este andaluz, este jiennense universal que es Antonio Muñoz Molina, un escritor que nos ha proporcionado una inmensa alegría en unos tiempos en los que no estamos muy sobrados de ocasiones que nos levanten el ánimo.