Mujer que sufre por ser mujer

Numerosos actos recuerdan entorno a este 25-N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, todo el camino que todavía queda por recorrer para erradicar la gran lacra social de este siglo y hacerla más visible en todos los ámbitos. Porque es, precisamente, el silencio y la complicidad con los agresores, lo que agrava aún más el problema. Es necesario alzar la voz sin miedo y no mirar hacia otro lado, además de exigir a los dirigentes políticos que conviertan este grave asunto, de una vez por todas, en cuestión de estado.

    25 nov 2015 / 16:41 H.


    Como en otros problemas, la educación juega un papel prioritario a la hora de erradicar estereotipos y corsés mentales que colocan a las mujeres en papeles de inferioridad y debilidad que se convierten en caldo de cultivo para el maltrato, en muy diversas formas de violencia tanto sexual, como psicológica, económica o social, que degenera en una brutal discriminación, a menudo, encubierta por las personas más cercanas en los ámbitos laboral o familiar. Solo desde la igualdad real se puede avanzar hacia una mayor justicia, para lograr que ni una sola mujer tenga que sufrir solo por su condición de mujer.
    Pero, además de sensibilización y de prevención, no se puede luchar sin una apuesta presupuestaria decidida, con todos los recursos necesarios para poder aplicar la ley y la protección que la mujer necesita cuando se toma la difícil decisión de denunciar. No se pueden permitir excusas a las administraciones competentes, después de que ellas se armen de valor para salir del pozo del maltrato. La violencia de género es el símbolo del abuso más perverso e injustificado y solo con medios las víctimas podrán sentir realmente que no están solas.