MONTSERRAT SÁNCHEZ TAYÁ: “Nos sentimos integrados en la vida social de Cambil”
María Dolores García Márquez
No es preciso acudir a datos estadísticos para ver cómo la esperanza de vida se alarga. Basta con mirar a nuestro entorno más próximo. A todos nos ilusiona ver cómo se retrasa el momento del adiós. Hay varias alternativas para vivir estos años de más. No es baladí que una de cada cuatro personas prefiera hacerlo en una residencia en lugar de tener que ser atendidos en sus hogares o en casa de algún familiar.

No es preciso acudir a datos estadísticos para ver cómo la esperanza de vida se alarga. Basta con mirar a nuestro entorno más próximo. A todos nos ilusiona ver cómo se retrasa el momento del adiós. Hay varias alternativas para vivir estos años de más. No es baladí que una de cada cuatro personas prefiera hacerlo en una residencia en lugar de tener que ser atendidos en sus hogares o en casa de algún familiar.
Contra el tópico de “los abandonan y los dejan allí”, Montserrat Sánchez tiene claro que “el abandono no es llevar a tu padre a la residencia, sino desentenderte de él una vez que lo dejas allí”. “Es posible mantener una relación familiar y cercana con tu padre aunque viva en un centro para mayores. Muchas personas hacen de las residencias su casa”, asegura. A sus 40 años, casada y madre de dos hijos (Alfonso y Clara), Montserrat dirige la Residencia de Personas Mayores Luz de Mágina, en un precioso pueblo de la sierra, Cambil.
—¿Cómo surge la oportunidad de llevar la Dirección de una residencia para mayores?
—Fue inesperado. Jamás pensé en trabajar en algo así. Cuando me ofrecieron llevar la gestión sabía que no era una empresa cualquiera, que es más que números, recursos y el bienestar de los trabajadores. Conlleva una labor importantísima que no es de despacho y que yo, como economista, no me sentía preparada para realizar. Hay que tratar con las personas y con sus familias. Es mucha responsabilidad para no tener experiencia. Alfonso, mi marido, me animó. Siempre ha creído en mí mucho más que yo misma. Después de casi cinco años puedo decir que no me arrepiento, todo lo contrario.
—Dijo que sí y así empezó todo.
—Tuve que esperar a que la obra del edificio estuviera terminada, después equiparlo, a su acreditación por la Junta de Andalucía y a la preparación del personal. Durante el primer año preparé la gestión de la empresa y, una vez realizado todo el organigrama de funcionamiento, abrimos las puertas a la gestión de las personas.
—¿Momentos difíciles?
—Los ha habido, pero todavía los hay y cuento con que los seguirá habiendo, porque cada día surgen imprevistos. El servicio a personas mayores es de 24 horas, no hay festivos. En esta empresa no se cierra.
—¿Cuántas plazas hay en la residencia?
—Son cuarenta plazas concertadas con la Junta de Andalucía, más diecinueve privadas y diez de estancia diurna. A día de hoy, nuestro índice de ocupación es muy alto.
—¿Incluso para las estancias diurnas?
—Para estas es menor. La red social rural es muy eficaz. La vecindad se preocupa y se ocupa mucho de los ancianos y enfermos necesitados del pueblo, pero siempre hay situaciones especiales para las que esta modalidad de plazas dan un servicio único.
—¿Qué tipo de personas recibe?
—Mayoritariamente ingresan personas mayores con problemas como la demencia senil, que después de un tiempo de intentarlo en casa, llega un momento en el que por el trabajo de los hijos u otros factores, es imposible dedicarles el tiempo y los cuidados que precisan. También ingresan personas que viven solas con alto grado de desarraigo familiar e, incluso, otras que eligen la opción de la residencia sin otros porqués.
—¿Cómo es la vida en la residencia?
—Lo normal respecto al aseo, las comidas, el descanso y, en cuanto a las actividades ocupacionales, contamos con un programa diario, mañana y tarde, dirigido por una psicóloga, una terapeuta ocupacional y una trabajadora social. Es curioso que algunos residentes a veces se quejan de tener que estar haciendo siempre algo. Entonces, según sus gustos, ese día van a pasear por el jardín o, simplemente, se sientan un rato a tomar el sol o charlar. Intentamos mantener conectados a los residentes con el calendario social, de forma que celebramos la Feria, la Semana Santa, las Cruces de Mayo... Ya que no pueden salir fuera, lo celebramos todo dentro.
—Una residencia en un municipio tan pequeño, ¿es un acontecimiento?
—Siempre he intentado favorecer que fuera tanto una oportunidad para acceder a los puestos de trabajo que ofrece, como a la participación social y comunitaria. Tenemos experiencias preciosas como los “encuentros intergeneracionales” que organizamos dos o tres veces al año. Las profesoras del colegio de Cambil nos piden un listado de los residentes para asignar uno a cada niño y cuando visitan el centro, cada uno se acerca al mayor que se le ha asignado y le lleva un detalle especialmente realizado para él. Es un momento muy emotivo. Los niños aprenden y los residentes sienten su cercanía y su cariño. Pero creemos que esto puede dar aún más fruto. El papel de los mayores y la influencia que sus consejos y experiencia de vida tiene en los niños es tan importante que proyectamos hacerlo también al revés y que varios mayores los visiten en las aulas con algún tema concreto. Tenemos mucha ilusión puesta en este proyecto. A día de hoy, visitan habitualmente a los residentes muchas personas del pueblo, como el párroco o representantes de la asociación de mujeres y de otros grupos. Nos sentimos totalmente integrados en la vida social de del municipio de Cambil.
—¿Qué papel realizan los trabajadores que forman su equipo?
—Fundamental. El corazón de la residencia son los treinta y cuatro trabajadores. Enfermeras y auxiliares son el colectivo más numeroso, responsables más directos del cuidado, pero todos hacen una gran labor: el médico, el psicólogo, el fisioterapeuta, el podólogo, la trabajadora social, la terapeuta ocupacional, las limpiadoras, cocineras, personal de mantenimiento, peluquera, personal administrativo... Yo sólo me encargo de gestionar los recursos para que no les falte de nada. Nuestro principal objetivo es ser cercanos, estar al lado de cada residente, darles nuestro tiempo y nuestra compañía. Hacemos reuniones de equipo en las que ponemos en común los problemas internos de funcionamiento. También nos reunimos mensualmente para revisar la situación de cada residente y elaborar conjuntamente los objetivos dentro de lo que llamamos “plan de actuación individualizada”.
—Pero su dirección no es participada sólo por los profesionales, ¿no es así?
—No entiendo otra forma de hacerlo, y sí, mi intención es que la residencia sea una comunidad en la que participen todos, por ello, al igual que nos reunimos el equipo de profesionales, también hacemos reuniones trimestrales con los residentes para escuchar y tener presente sus opiniones sobre cómo van las cosas. Somos como una gran familia.
—¿Y otro tipo de relaciones?
—También. Alguna pareja ha surgido de la convivencia en estos años. El amor no tiene edad.
—Cuando llegue el momento, ¿se iría a vivir a una residencia?
—Pienso que el mejor sitio en donde se puede estar es en la casa de uno, pero si por el motivo que sea esto no es posible la residencia será una muy buena alternativa.