Montoro, el llorar y el recrujir de dientes

Es uno de los políticos del momento. Cada vez que habla abre caminos tortuosos, sendas pedregosas o veredas inescrutables, incluso para sus propios compañeros de Gobierno. Entre sentar cátedra o lanzar globos sonda hay una delgada línea en función del momento. Este ilustre jiennense tiene asignado el engorroso papel de “castigador” presupuestario y la clase comenzó con serias advertencias a un alumnado díscolo y acostumbrado a la indolencia partidista. Infunde el miedo lógico y propio de un ministro de Hacienda en tiempos de marcas blancas y entona aquella espeluznante frase del maestro que todavía me persigue: “Luego vendrá el llorar y el recrujir de dientes”. Rediós.
23 ene 2012 / 11:00 H.
La propuesta para exigir “responsabilidades penales” a los gestores públicos que no cumplan con sus presupuestos, guarden facturas impagadas y tengan excesos “livin” la vida loca —que diría Martin, el Ricky— alivia al sufriente ciudadano, aunque sea de boquilla, e incomoda al político y gestor por aquello de quién le pone el cascabel al tigre que hemos alimentado.
Con su voz taimada, frente despejada y caracolillos al viento, predica en el desierto del aeropuerto de Fabra, en el ropero de Camps y hace eco en los empolvados despachos de los EREs. Ahora matizan su propuesta para dejarla en inhabilitaciones o le corrigen los datos del déficit, pero él tendrá que recordarnos, en plan Pepito Grillo, quiénes somos y adónde vamos. Vivimos en un país que necesita una “Ley de buen gobierno”, con eso está dicho todo. Mientras se pone de acuerdo con su compañero de fatigas, el ministro de Economía, Luis de Guindos, no en el “look” sino en los asuntos que nos ocupan y preocupan, habrá que recordarle al bueno de Cristóbal dónde estaba aquel que también predicó en desiertos, navegó en mares encrespados, a contracorriente de partido, y cuyo mensaje quedó varado en la arena política. Pedro Solbes se llamaba. Si yo estuviera en su pellejo lo tendría en cuenta.
Y adjunto una petición popular: “Apretarse el cinturón y bajarse los pantalones, al tiempo, es físicamente imposible”.
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Palabra Perdida