Monte Lope Álvarez trae a la memoria a Aranda Espejo
La pedanía de Monte Lope Álvarez conmemoró, un año más, la muerte del seminarista Manuel Aranda, que fue beatificado el 13 de octubre del año 2013. La comunidad parroquial de Nuestra Señora del Carmen y la Asociación Manuel Aranda organizaron el homenaje, en el que participaron muchos vecinos de la pedanía.

El pasado viernes se celebró la vigilia de oración en el templo ante Jesús Sacramentado y la Virgen María. El propósito, recordar el martirio y la beatificación del seminarista. El viernes, día en el que se cumplían setenta y ocho años del fusilamiento, se cantó la salve a la patrona de Monte Lope Álvarez en la iglesia y, a continuación, se celebró, por primera vez, la santa misa en la cruz que representa el lugar exacto donde Manuel Aranda fue ejecutado. El titular de la parroquia de la Virgen del Carmen, Antonio Aranda Calvo, sobrino del beato, ofició una ceremonia religiosa que estuvo llena de emoción y recuerdos: pidió por la paz, la fraternidad y la prosperidad en la pedanía de Monte Lope Álvarez y en Martos. También instó a los asistentes a que la devoción hacia Aranda crezca “allí donde sea conocido”.
Manuel Aranda Espejo era un joven seminarista, natural de Monte Lope Álvarez, que fue arrestado y hecho prisionero en la iglesia de la Virgen del Carmen a la edad de veinte años, justo tres días después de que estallara la Guerra Civil, en 1936. En su encarcelamiento fue maltratado por los milicianos que lo vigilaban, ya que lo obligaban a quemar cuadros o a que blasfemara, algo a lo que él siempre se negó.
Muerte. El 8 de agosto de 1936, en torno a las nueve de la noche, le mandaron hacer su trabajo rutinario: barrer y llevar basura y huesos al campo. En ese momento iba acompañado con dos guardias armados que, al llegar frente al cortijo de Oliveros o de Ramales lo obligaron a entrar hasta el tercer olivo. Allí comenzaron a insultarlo y le ordenaron que se pronunciara contra Dios y la Iglesia. Aranda Espejo se negó con rotundidad y fue ejecutado.
El joven seminarista está, desde entonces, muy presente en la memoria de los habitantes de Monte Lope Álvarez, que quisieron recordar el lugar donde murió el mártir. Poco a poco se levantó una cruz y se arregló la zona para que se convirtiera en lo que hoy en día es: un lugar de culto y devoción para todos los fieles.