Momento de rendición

'Moment of surrender', la última y más hermosa balada de la banda irlandesa U2, sirve hoy de homenaje a todas aquellas personas empresarias que, tras años de lucha, se ven cercanas al momento de rendición. Lejos quedan aquellos tiempos, en el que las pequeñas empresas desplegaban sus velas y navegaban al empuje de la brisa de una economía que batía records, canalizando la mayor parte del empleo de la provincia, generando riqueza y dignidad a sus ciudadanos.

    17 abr 2012 / 10:33 H.

    Despertaron de aquel sueño, a golpe de sirena, en el que unas “subprimes americanas”, o una desestabilización de los precios de la energía, ponían por primera vez el palabro crisis en la boca de todos. Pensando que sería una tormenta pasajera, pocos esperaban que aquella ola del Atlántico Norte, llegara en forma de tsunami al Mediterráneo, arrastrando toda la industria al Pacífico. Era la tormenta perfecta y la marea de la globalización. Empezaron a luchar contra la falta de acceso al crédito financiero, contra la disminución del consumo, contra los créditos incobrables de empresas del entorno, pensando que algún día escamparía. Pero ese día no llega. Al rebufo de petroleros, los gobiernos se obsesionan con primas y bonos tratando de salvar al “Titanic” del sistema financiero, con amnistías a piratas, sin darse cuenta que la flota de pequeñas empresas que forman el sistema productivo, se va a pique. Las pequeñas empresas han resistido todo lo que han podido, desafiando el oleaje, poniendo su patrimonio personal en el asador de la banca, aplazando pagos lo inaplazable, con el agua al cuello, sin miedo al hundimiento. Hoy, muchos emprendedores de la provincia, hincan sus rodillas agotados de luchar para nada, desesperados por ver la luz del sol, y entregan la llave de su nave a modo de solicitud de Concurso de Acreedores a la Administración de Justicia, como paso previo a la defunción de una aventura empresarial. Con una estigmatización que los condena en el mercado, sin Fogasa que garantice el cobro de sus percepciones, ni Inem que les permita llevar a su casa una prestación, ni una indemnización por despido para invertir en un nuevo proyecto, el empresario autónomo, se ve varado en una playa sin mar. El tejido empresarial de la provincia se muere, desde el ladrillo al mueble, desde el motor a la informática, desde el aceite al comercio, dejando expedientes de liquidación en el Juzgado Mercantil, y museos en polígonos industriales, que como minas abandonadas, recuerdan tiempos de conquistas. La palabra “emprendedor” significa viajante, que atraviesa el mar. Nuestros intrépidos empresarios, náufragos hoy, volverán mañana a navegar, luchando de nuevo a bordo de nuevos barcos, con la vista puesta en su faro, siguiendo estelas en la mar. Rafael Peralta es economista