Modificar la Constitución

Estamos asistiendo en los últimos meses, de manera recurrente, a nuevas propuestas de incluir cambios en la Constitución de 1978. En estos 37 años desde su promulgación solo se han introducido dos. Uno, el del artículo 13, en 1992, para permitir que los extranjeros pudieran ser elegibles en las elecciones municipales, con motivo de la firma del Tratado de Maastricht. Otro, el del artículo 135, en 2011, consagrando el principio de estabilidad financiera con el objetivo de limitar el déficit público.

    25 nov 2015 / 16:43 H.

    Ahora parece que en los programas de los partidos políticos que se están elaborando aparecerán propuestas de modificaciones que, según los entendidos, van a suponer cambios de calado en la concepción territorial de este país o en la estructura de las instituciones. Para eso se tendrán que convocar comisiones permanentes en las Cortes que consumirán ingentes recursos y necesitarán miles de horas para alcanzar mínimos consensos. Yo soy mucho más humilde y, ya que quieren modificar, quisieran que lo hicieran sobre cuestiones más prácticas. Pido que el artículo 49 deje de llamar disminuidos a las personas con alguna discapacidad. Ya está bien en pleno siglo XXI. Pido que el artículo 37 reconozca la falta de la fuerza vinculante de los convenios colectivos, cuando ahora hay tantos casos de descuelgues salariales. Pido que el artículo 50 deje de decir que se garantizarán la suficiencia económica de los ciudadanos de la tercera edad mediante pensiones adecuadas. Pido que el artículo 46 garantice realmente la conservación del patrimonio nacional, cuando vemos tantos casos diarios de latrocinio. Pido que el artículo 42 deje de sonrojar a cualquier joven que mira su tarjeta de embarque al comprobar la hora de su vuelo al decir que el Estado orientará su política hacia el retorno de trabajadores españoles. Y sobre todo, pido que el artículo 18, que consagra la inviolabilidad del domicilio y el secreto de las comunicaciones, se refuerce e impida criterios de cambiar seguridad por libertad, como ya profetizó Brecht.
      Tomás Boyano Sanz