'Modern Times' 1936
Hoy, más que máquinas de producir como mostró Chaplin, somos máquinas de consumir. Chaplin protesta contra la deshumanización de la civilización industrial, denuncia un sistema que convertía a los hombres en máquinas de producir y la idea de desarrollo imperante en aquellos años de la Gran depresión.
Quizás ahora, en estos tiempos modernos, la idea de clase sea más necesaria que nunca y se necesite imperiosamente el darle de nuevo sentido a la idea de solidaridad. La globalización y el enorme y desenfrenado trasiego de capitales, personas y productos, ha destruido las ideas de clase y de solidaridad unidas a experiencias y acciones comunes, desarrolladas en lugares concretos compartidos por grupos humanos. Las circunstancias y el contexto en el que se desarrolla el trabajo, ha reducido la idea de solidaridad y de destino colectivo. Somos lo que consumimos y nos endeudamos; no nos relacionamos como productores sino como consumidores. Nuestro ritmo de vida, consumo y deudas nos indican a qué clase pertenecemos y no la posición dentro de un orden productivo. Me pregunto si la crisis del Estado de Bienestar, si la aceptación resignada de ideas y hechos como la capitalización o la privatización de los servicios básicos, el rechazo a la idea del reparto y la redistribución, el ataque al sistema de protección social, el desprecio a la solidaridad entre generaciones, no son más que consecuencia de la personalización de la clase, del individualismo y de ese consumismo que solo dependen de la exclusión o inclusión de nuestras personas en el mercado laboral. Me quedo con la duda. En cuanto a nuestra clase política, sean neoconservadores, socialdemócratas, verdes o lo que sean, me da igual; me gustaría recordarles que solidaridad significa redistribución, entre otras cosas. Si se quiere contrarrestar los efectos económicos y sociales de la crisis se deben tomar decisiones solidarias como una reforma fiscal profunda, por poner un ejemplo concreto. Se debe actuar desde el estado de forma racional cuando se hace política económica y social. Eso significa que se está atendiendo a los intereses generales y colectivos, y no a los intereses de los grupos de presión más poderosos. Según los técnicos de la Agencia Tributaria, el fraude fiscal de autónomos y profesionales liberales es un 8% del total, frente al 74% de las grandes fortunas, grandes empresas y la banca, que representa 66.000 millones de euros, cantidad equivalente a los recortes que está realizando el estado español y que deberían gastarse en sanidad, educación, escuelas infantiles, creación de empleo, dependencia y otros gastos del tan cuestionado Estado de Bienestar. Me quedo con otra duda. Miguel Ángel Olivares es escritor