Micaela Navarro: “La gente, cuando vota, aunque vote lo que no me gusta, no se equivoca jamás”
Micaela Navarro tiene que hacer pocos gestos para ser entendida. Cuando la conoces un poco sabes si, al mirar, pregunta, se extraña, niega o asiente. Tiene una mirada políglota. Su discurso ha cambiado de ciudad, de pueblo, de espacio, pero sigue siendo el mismo desde que se comprometió con la política. Micaela maneja con la misma naturalidad la relación directa con la militancia de base, a la que mentalmente sigue perteneciendo, como el escenario jerárquico en el que se mueve desde hace muchos años, aceptando retos y responsabilidades en el lado más sensible de la sociedad.

Viene del campo y en el campo se crece con la mirada atenta y el oído dispuesto y muy fino. Sabe que las manos que se acostumbran al trabajo, si su dueño no las pervierte, siempre estarán dispuestas para la briega, y no ha permitido que las suyas se acomoden. Ahora vive con preocupación las situaciones que comprometen la imagen de la política y la defiende como herramienta que abre caminos y favorece la igualdad, objetivo por el que se mueve desde que tiene uso de razón.
—¿Los políticos son conscientes del desencanto y el alejamiento existente hoy día entre el ciudadano y sus dirigentes?
—Creo que el grado de desencanto es grande y yo, desde luego, no voy a responsabilizar a la gente de la calle. Si alguien deja de mirarte con afecto, si alguien deja de sentirte útil, es porque algo no hemos hecho bien o algo no hemos explicado bien. Lo que hace falta es que los partidos políticos hagan esta reflexión, y nosotros la estamos haciendo. Tú no puedes decidir cuándo la gente vota o decide quedarse en casa, que es peor todavía, pero si la gente vota y no te da su confianza tienes que pensar y llegar a la conclusión de que ellos no se han equivocado. El problema es que tú has hecho algo que no les ha transmitido confianza. Soy de la opinión de que la gente, aunque vote lo que a mí no me gusta, no se equivoca al votar. Los que nos equivocamos somos los partidos, en el mensaje o en el planteamiento, o quizá no siendo capaces de cumplir ni de explicar bien, cuando no cumplimos, por qué no hemos cumplido.
—¿Qué opina de la desconexión entre la clase política y la realidad?
—En esto hay que distinguir claramente entre quien dice cosas que a la gente le suenan bien, pero que no resuelven nada, y quien intenta resolver los problemas sin que su voz suene tanto y con tanto agrado para el que lo escucha. Hay que hacer propuestas, pero, además, debes saber de dónde puedes sacar los recursos para llevarlas a cabo. Es muy fácil prometer cualquier cosa si no tienes responsabilidades de gobierno ni, aparentemente, visos de tenerlas. Así es fácil, porque nadie te va a poder pedir explicaciones. De todas formas, tendríamos que conjugar las dos cosas. Si te dedicas a intentar resolver los problemas, pero no eres capaz de explicar claramente a las personas en qué estás trabajando, es normal que la gente se desespere y pueda haber percepciones erróneas. Es difícil, pero hay que intentar conjugar la acción y las explicaciones claras.
—¿Está hablando de Podemos? ¿Cree que Podemos vende humo?
—No estoy hablando de Podemos. Hablo de cualquier fuerza política que diga cosas difíciles de cumplir y sin una base razonable. En cuanto a lo que puede ser el futuro de Podemos, no te podría decir. En unas elecciones libres y democráticas, en las que el voto es secreto, cada persona va a votar lo que le parezca. Lo que sí creo es que hay una estrategia bien definida por parte de la derecha para favorecer el voto a Podemos. Ese mal rollo que el PP parece que tiene con Podemos, yo no lo creo en absoluto. Lo que veo ahí es una clara estrategia para dividir a la izquierda. De todas formas, nosotros, el Partido Socialista, siempre hemos tenido un espacio muy definido y vamos a seguir trabajando por ese espacio, no vamos a luchar contra Podemos. La presidenta de la Junta lo ha dicho claramente, para que el voto de los desencantados se vaya a la extrema derecha, como ha pasado en Francia, mejor que vaya a Podemos.
—¿Qué opinión le merecen a usted las últimas noticias del caso de los ERE que afectan a Gaspar Zarrías y Mar Moreno?
—No comento autos judiciales.
—¿Le preocupa, sea por lo que sea, que el ciudadano haya dejado de creer en la política?
—Me preocupa, y mucho. En democracia, la política es muy importante. Me preocupa especialmente porque, en este momento, la sociedad, millones de personas, necesitan la política. A partir de un determinado tipo de política, los ciudadanos pueden tener unos derechos u otros. Ganar o perder derechos. Desde la política, un gobierno socialista decide que la sanidad sea universal, pública y gratuita, que haya becas, que haya pensiones y que se ponga en marcha una ley de dependencia y, desde la política un gobierno de derechas está desmontando todo esto. Se acaba con los derechos laborales, para terminar con las becas, con la ley de dependencia y, por lo tanto, con la igualdad de oportunidades. La política es muy importante en este momento.
—¿Ha interiorizado lo que significa y el valor de su nuevo cargo?
—La verdad es que, ante situaciones como esta, suelo ser muy serena. Lo estoy interiorizando con mucha normalidad. Quizá todavía lo estoy asumiendo. Lo cierto es que ni se me había pasado por la cabeza, entre otras cosas porque para mí la figura de Ramón Rubial es una figura impactante. Al margen de que Chaves y Griñán hayan sido magníficos presidentes, a Rubial lo tenía idealizado. Era un referente político, moral, ético, y a mí me parece increíble que esté ocupando el mismo lugar. Hablaba poco pero, cuando hablaba, era como una sentencia. Recuerdo que, cuando murió Ramón, me dijeron que yo iba a ocupar su escaño en el Senado. Lloré mucho al escuchar eso, porque lo admiraba tanto que para mí aquello fue algo muy especial.
—Hay cierto recelo en la ciudadanía ante la posibilidad de acuerdos tácitos de los dos grandes partidos para mantener el bipartidismo. Incluso hay quien teme un acuerdo de gobierno con el pretexto de la crisis. ¿Eso es posible?
—En democracia es tan respetable el bipartidismo como el multipartidismo. En democracia por qué va a ser malo el bipartidismo o por qué tiene que ser mala una mayoría absoluta. La mayoría absoluta no es ni mala ni buena, depende cómo se utilice. En relación con el otro tema, yo no creo que estemos en condiciones de hacer ningún acuerdo, ni mucho menos una coalición con el Partido Popular. El Partido Socialista apoyará al Partido Popular, o al partido que esté en el gobierno, como ha hecho siempre que ha estado en la oposición. Ya nos hubiera gustado a nosotros, cuando hemos gobernado, que el PP hubiera sido leal institucionalmente. En cualquier caso, de ninguna forma vamos a hacer ningún frente con los populares para impedir que cualquier fuerza política entre o no en el Parlamento.
—La igualdad y los derechos sociales marcan su actividad. ¿Le hubiera gustado abarcar otros espacios de la vida política?
—Lo que hago es lo que me gusta y, aunque quisiera cambiar, creo que acabaría siempre en el mismo sitio. He dedicado mucho tiempo a esto. Es mi vida, son mis orígenes. Hago lo que creo que debo hacer para ser fiel a mis ideas y, sobre todo, para que las personas tengan igualdad de oportunidades. Todo lo malo que yo he vivido no quiero que lo viva nadie más, y a eso dedico todo el esfuerzo de que soy capaz. Por eso me preocupan los recortes de este Gobierno, pero hay uno que me aterroriza, y es el de las becas, porque nos estamos cargando el futuro.
—¿Cree que Pedro Sánchez es la solución a los problemas?
—Le puedo decir de Pedro lo que le hubiera dicho hace dos años. Es un hombre sereno. No lo tiene fácil, pero eso hace más importante su reto. Sin embargo, una persona así puede hacer cambios profundos y significativos. Puede hacer su revolución, porque la ha rumiado mucho y eso lo va a ayudar a cambiar las cosas.