Mi libertad y la convivencia ciudadana

Desde Granada. La frase “mi libertad termina donde comienza la de mi vecino”, es una frase curiosamente atribuida al anarquista Bakunin. Pues eso digo yo ahora que estamos en verano aumentan los conflictos interpersonales y vecinales por razones de aquello que dirían los franceses la mala educación. Es decir no sabemos respetar al vecino, ni sus horas de descanso, ni que el ruido es una fuente de contaminación, pero también de malos entendidos.

    21 jul 2013 / 08:41 H.

    Si examinamos las estadísticas de los juicios de faltas podemos comprobar que en una gran mayoría son problemas derivados de la falta de empatía con el vecino, y de saber ponerse en el lugar del otro. La cerrazón, la falta de diálogo, conductas cerradas y egoístas hacen que uno no piense en la libertad o en el otro, sino que crea que todo fin justifica los medios. Así son pues las cosas, y las reglas de urbanidad han quedado muchas veces para los libros de las bibliotecas o los museos. La educación no es pensar solo en mí mismo, es precisamente pensar en el otro, porque así la sociedad será más fácil en su andar, a la vez que el otro piensa en mí, es decir es algo así como cuando le cedemos el turno o la puerta o la vez a alguien, y viceversa. Es decir las buenas maneras no están reñidas por supuesto contra la injusticia, o el denunciar algo que está mal, pero muchas veces olvidamos al que está al lado. No estamos quizás preparados para vivir en sociedad me pregunto. Mientras escribo esta carta escucho ladrar intermitente al perro de un vecino, que se fue de viaje y lo dejó encerrado como quién guarda un mensaje en una botella, y ladra que te ladra, el perro está nervioso porque nadie lo atiende. O los jóvenes que pasan por la calle a altas horas de la noche y en medio de sus melopeas se sienten los señores del mundo gritando que te grita. Si la juventud es un tesoro, da pena que muchas veces el tesón y el esfuerzo se evapore en medio de los vapores del alcohol y otras drogas, por cierto permitidas y legalizado el autoconsumo, pero a veces poco vigilado. Muchas veces pienso que a lo mejor lo que hay que hacer es como dijo el discípulo a Jesús ¿puede un hombre nacer de nuevo y volver a entrar en el seno de su madre? Efectivamente necesitamos un nuevo nacimiento posible y deseable, para conocer y sentir estos valores, en especial el de la libertad y cómo debemos de aprender a no molestar al vecino, aprender a escucharlo, y sobre todo a respetar la idiosincracia y la libertad de cada cual. Algo por tanto difícil, una asignatura pendiente, que muchos difícilmente no van a aprobar, porque si siquiera se lo plantean, a no ser que les llegue una queja o falta del juzgado. Oye fulano, tu vecino resulta que se ha hecho insomne por tu culpa, pero tú sin embargo sigues con la música, el perro, o las voces cada noche vociferando. Necesitamos menos policías y más empatía y educación. Por suerte también hay buenos vecinos, un tesoro incalculable, que garantiza tu buena salud y que no tiene precio.
    Eduardo ORTEGA MARTíN