Mi amigo Souheil Abas Momram
Desde jaén. Para todos los que no lo conocéis, Souheil es un niño sirio, que ya, en su corta vida, de un solo año, acumula los talentos y capacidades que se necesitan para ser coronado como el Rey de los “Unos”. Souheil come una vez cada tres días, un solo plato, de algo llamado comida.
No es la comida de nuestra sociedad, sino un puré grasiento de olor y sabor imposible, y de aspecto intragable hasta para los perros, y no se queja. Bebe un vaso de agua cada dos días, con unas especiales características: es líquida, es verdad, pero de aspecto semitransparente, de color turbio y de olor azufrado, y no se queja. Defeca una vez cada semana, algo que parecen “cacas de cabras”, duras como piedras y secas como el desierto, y no se queja. Orina una vez cada tres días, algo espeso y amarillo que ni se sabe como nombrarlo, y sigue sin quejarse. Cuando en nuestra sociedad actual —europea— nos preocupamos por los percentiles de crecimiento en peso y talla de nuestros hijos, hasta el punto que cualquier desviación negativa de un solo gramo nos preocupa, Souheil tiene este problema solucionado, ya que su percentil de peso y talla es uno, es decir, el 40% solo de lo que es el percentil mínimo de nuestros hijos, y no puede crecer más. La vida de Souheil, hoy día, puede desaparecer en un minuto, gracias a una bala perdida o al aire contaminado de la zona donde vive, donde el verde de nuestros parques, allí lo conforma el gas sarín y donde nuestras maravillosas edificaciones y casas unifamiliares, en su tierra son miles de edificios destruidos por las bombas, donde se apostan los francotiradores. La estructura familiar de mi amigo Souheil es única, fundamentalmente porque sus padres fueron acribillados a balazos durante la contienda en la que vive todos los días. La ventaja de esta situación es que podrá heredar un imperio de nada. La desventaja es cuando mira a su alrededor con la vista cansada y perdida, y no escucha, siente, huele o ve a sus progenitores. No tiene la oportunidad de poder decirles nada, preguntarles nada, sonreírles, sentirse acariciado, y no se queja. La probabilidad de que Souheil llegue a cumplir un año más, un mes más, un día más de vida, es una entre un millón, y mucho me parece. Pero Souheil tiene una inmensa suerte porque la comunidad internacional se ha reunido y ha emitido un informe que concluye diciendo: “Vamos a esperar un poco, a ver qué pasa en Siria realmente”. Sí. Es verdad. El mundo en el que habitamos quiere ayudar a Souheil, pero no lo hace. Los políticos de turno, gastan más en una sola de sus reuniones, que todo lo que necesitaría un millón de niños refugiados, la mayor parte huérfanos en este conflicto, para comer y beber al menos una vez al día, algo que les dignifique como personas. Quizás dentro de un lustro a lo mejor Souheil recibe una respuesta a sus esperanzas, si es que vive para contarlo. Dios lo quiera. Sería al menos un minuto de libertad.
josé luís ramos