10 jun 2014 / 22:00 H.
Cuando un político, Rajoy dice serlo, habla de instaurar medidas, también debería explicar el transfondo que conllevan. No vale querer ilusionar a las masas con mensajes que son meras cortinas de humo. Hablar de reducir las cotizaciones a la Seguridad Social y bajar el impuesto de sociedades, parecen, en principio, un acicate para la economía. Intuye Mariano que eso hará contratar más a los empresarios, craso error. Los empresarios de este país fabrican casi todo en China y el Sudeste Asiático, cosas de una globalización mal aplicada. Lo que no explica es que abaratar los costes empresariales, vía cotizaciones de los trabajadores, es pan para hoy y demasiada hambre para mañana. La medida solo beneficiará, algo que ya no sorprende, a las grandes empresas y multinacionales y, a pocos años vista, supone una quiebra de las arcas de la Seguridad Social. Dicha quiebra pone en cuestión, y fractura, el sistema público de pensiones de una forma orquestadamente premeditada. Y no hay que ser muy listo para pensar que es la piedra angular para la introducción de los planes privados de pensiones. O sea, benéfico doble para los grandes, vía bajada de cotizaciones y vía de aliento gubernamental de los planes de pensiones privados. Nada que objetar, viniendo de quien viene, a las palabras de un político de derechas que gobierna y legisla pensando en los poderosos que lo sustentan. Bajar el Impuesto de Sociedades es solo un apoyo más a los poderosos, esos pobrecitos ricos que tan mal lo están pasando. Lleva razón Rajoy cuando dice legislar pensando en las familias, los Botín, Alierta, Koplowitz, etcétera. Curiosamente, casi todas esas familias tienen su propia Sicav para detraer impuestos al erario público, legal aunque muy inmoral. Quizá algún día lleguemos a tener unos gobernantes que comprendan la necesidad de una gran reforma fiscal. Que, de una vez por todas, paguen más los que más tienen, la llamada progresividad fiscal. Donde haya instrumentos para perseguir la economía sumergida, donde se entienda que la amenaza de una economía no son los salarios sino los defraudadores.