Menos escoba y más cabeza
Hoy, he pasado y me ha mirado. Hoy, creo que sí, que ya va siendo hora. El mirón, pues el ciprés vigía de la esquina de Martínez Molina, y cierto es que ya va tocando que por fin se acabe. Por suerte se llevaron los sacos que adornaron durante meses las aceras y a la espera del refine.
No sé por qué le tengo aprecio al ciprés, será que como he dicho en otras ocasiones, es el límite señorial y conforme te vas adentrando aparece lo que podíamos llamar como “ el Jaén del miedo”, y del pasotismo en muchas ocasiones. Me voy a centrar de manera específica en una: la suciedad. Y no voy a ponerlo todo en que no se limpie, sino en el civismo ausente de bastantes de los moradores. Por circunstancias, el otro día pasé por la calle Cambil, allí en su día, se hizo una rampa para poder salvar los escalones laterales. No eran más de las siete de la tarde y ya estaba la rampa llena de bolsas de basura y una vieja intentando abrirse paso con el bastón. Si vas a la plaza de Santiago, eso ya es punto y aparte; no sé qué vecino ha tenido los santos cojones de derribar su casa y echar el escombro mitad en el solar y mitad en la parte posterior de la plaza. Como rincones predilectos son para dejar la basura, junto al refugio, las escaleras de la Iglesia de San Juan, que eso adorna de manera especial los días de boda. Y de lo dicho, pues casi nada. Lo de sacar la basura a las 21 horas, pura utopía. Además es curiosísimo, cómo más de uno llega y le es bastante más práctico dejar la bolsa junto al contenedor, que echarla dentro. Al acecho, los gatos que se prodigan y luego con todas las bolsas rotas y reguero de caldo corrompido y latas. ¿Tendrá esto remedio?
Nicolás Ortiz es maestro industrial