Melones que salen caros


Rafael Jiménez maldice el día en el que se puso a vender melones y sandías por las calles de Bailén. Aquel “negocio” le salió muy caro: Se enfrenta a una multa de mil quinientos euros por venta ambulante ilegal. Rafael, vecino de La Carolina, pide ahora al Ayuntamiento bailenense que retire la sanción dada su “dramática” situación económica.
“Estoy parado, vivo de la familia y de la caridad”, declara Rafael Jiménez, de 24 años, casado y padre de dos críos, una niña 10 meses y un niño de 4 años, y a la espera de otro. Desesperado por la falta de ingresos —no cobra prestación alguna—, decidió un día aceptar la propuesta de vender veintinco piezas, entre melones y sandías, con una furgoneta en la vecina Bailén. Para él, lejos de un riesgo, era una forma de llenar la nevera. Al principio toda iba bien. La cosa se torció cuando se topó con la Policía Local, quien le reclamó la documentación, el permiso para vender en la vía pública, así como la factura para saber sí el género había sido adquirido de manera legal.

13 mar 2014 / 23:00 H.


Rafael explicó a los agentes que la fruta procedía de La Mancha y que la había comprado legítimamente, como así certifican las facturas que guarda en su domicilio. Sin embargo, carecía de otros papeles, como la autorización para vender en la vía pública, por la que fue multado. “Nunca pensé que vender melones me iba a suponer una multa así”, señala Rafael Jiménez. Todo empeora cuando le informan que el coste de la infracción se duplicará si no paga antes de que acabe el mes de marzo. El mazazo le coge por sorpresa y un escalofrío recorre su espina dorsal. Con la carta y un alegato de inocencia se presenta en el área de Bienestar Social de La Carolina con el fin de obtener asesoramiento y ayuda, porque “no sabe qué hacer, ni a quién acudir”. “Nunca he hecho daño a nadie y lo único que pido es que me perdonen la multa”, implora el joven. Agobiado por esta situación y por la imposibilidad de acceder a un empleo, Rafael cuenta con el apoyo de la familia y, en especial, de su mujer que ha recurrido a todas las instancias para que su marido no acabe en el juzgado con una sanción administrativa. Rafael nunca imaginó que vender fruta en la vía pública conllevara una multa tan grande, con cuyo dinero, asegura, daría de comer a su familia durante meses. “Es que si lo llego a saber no lo hago”, reconoce.
El joven carolinense vive en casa de su padre, ubicada en un barrio humilde del municipio, donde comparte una habitación con su mujer embarazada y sus dos hijos. “La familia es todo lo que tengo. Las autoridades deben de entender de que no es fácil salir adelante cuando nadie te ofrece una oportunidad”, dice.
Esperanza. Pese a que las circunstancias están en su contra, Rafael Jiménez no pierde la esperanza y confía en que el Ayuntamiento le retirará la sanción. “He aprendido la lección”, admite. Con esa ilusión y con la de conseguir un puesto de trabajo para alimentar a sus hijos, se marcha todos las noches a la cama. “Sueño con ello y con empezar una nueva vida”.