Medio siglo de la gran familia del Carlos Soler de Cárcheles
MARÍA JOSÉ ORTEGA /Cárcheles
Educar es lo mismo que poner un motor a una barca, hay que medir, pensar, equilibrar y poner todo en marcha. Pero para eso, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta y un kilo y medio de paciencia concentrada'. Son versos de Gabriel Celaya, que sonaron en la Casa de la Cultura de Cárcheles convertidos en melodía, en nostalgia, en regalo y en homenaje merecido.

Educar es lo mismo que poner un motor a una barca, hay que medir, pensar, equilibrar y poner todo en marcha. Pero para eso, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta y un kilo y medio de paciencia concentrada'. Son versos de Gabriel Celaya, que sonaron en la Casa de la Cultura de Cárcheles convertidos en melodía, en nostalgia, en regalo y en homenaje merecido.
Reconocimiento a los docentes que se fueron y a los que están, a los alumnos que vienen y que van y también al trabajo de cualquier “grumete” que ayudó con su paso a que este “barco educativo” se alejara del naufragio.
El CEIP “Maestro Carlos Soler” de Cárcheles concluyó su 50 aniversario con una celebración especial, en familia, como todos los actos realmente importantes, y a la cita acudieron los maestros, los miembros del Consejo Escolar del centro, las familias del alumnado, el grupo Panaceite, la Guardia Civil de Cárcheles, el alcalde del municipio, Enrique Puñal, miembros de la Corporación Municipal, la delegada provincial de Educación, Angustias María Rodríguez, el trío de “los antonios” formado por el coordinador Provincial de Adultos, Antonio González, el jefe de Servicio de Personal de la Delegación Provincial, Antonio Santos y el decano de la Facultad de Ciencias de la Educación, Antonio Bueno y el director de Diario JAEN, Juan Espejo. Como la celebración quedó “en casa”, la intervención de la directora del centro, Adelaida López sonó más a discurso de compañera y amiga que de docente y capitana. Y en ese tono le entregó a la delegada provincial de Educación, una selección de productos de embutidos Carchelejo y un pen drive. “Delegada, no se puede ir de esta tierra sin llevarse el fruto de uno de los pilares económicos de nuestro municipio. Son delicatesen populares, el resultado del trabajo de padres y madres de nuestro alumnado”, explicó López. “Pero, no queremos que nos olvide en sus largas horas de trabajo en su despacho, le entregamos también una herramienta TIC donde podrá grabar los planos de todo lo que nuestro centro necesite”, bromeó.
Por su parte, Rodríguez agradeció el trabajo “serio, comprometido y reivindicativo” del centro a lo largo de este medio siglo de vida. “El Carlos Soler lleva 50 años de educación, de formación, de historia, que han servido para hacer del pueblo un lugar agradable para vivir y donde se han formado generaciones de chicos y chicas. Lo más importante del colegio es el gran compromiso de esta comunidad educativa”, afirmó. Asimismo, la delegada mostró su apoyo y colaboración con los proyectos del centro.
En 1961, el centro comenzó con tres aulas para niños y otras tres aulas para niñas. Estaban separados, ni siquiera se juntaban para jugar a la hora del recreo. Sin embargo, el colegio creció. Ahora tienen once clases (tres de infantil, seis de primaria y dos de primer ciclo de la ESO) más un aula de apoyo a la integración, y actualmente, el núcleo de este hogar está formado por unos 160 alumnos y dieciocho profesores. De estos primeros años y del cúmulo de sensaciones que envolvieron por entonces a ese proyecto educativo, fueron rescatados y traídos a la sala por uno de los componentes del grupo Panaceite y también exprofesor y exalumno del “Carlos Soler”, José González. “A comienzos de los años 60 las escuelas eran oscuras, frías y muy húmedas. En invierno, nos llevábamos nuestros braseros, no había patio de recreo ni servicios y teníamos una cartera de cartón. De pronto, nos enteramos que iban a construir la escuela ”, relata González. “Desde entonces estaba deseando que llegara el colegio y me dieron ganas de ser maestro, tanto que lo conseguí. Los dos cursos que pasé aquí fueron los mejores años de mi vida”, aclara. A momentos inolvidables y a recuerdos que no mueren supo la carta del hijo del maestro y fundador del CEIP Carlos Soler, Eduardo Soler, que no pudo asistir a la clausura por problemas de salud. Su texto, que fue leído por la directora, explicó su “corta” pero “intensa” relación con los docentes y explicó ese “secreto” que hace especial al centro. “Aquí se cultiva otros valores, lo que los pedagogos llamamos currículo oculto que inspiran sus normas de vida y convivencia”, transmitió López.
“Es de bien nacidos ser agradecidos”, afirmó la directora. Por eso, el Carlos Soler no se olvidó de todos los tripulantes de su barco, a los que les entregó unas placas conmemorativas por sus “grandes” granitos de arena. Se llevaron su “trofeo”; Fernando González y Juan Ramón Fernández (autores del escudo del centro), Blas Bailén (por su ayuda incondicional), Juan González (por su contribución desinteresada), Candelaria Ponce de León (por su colaboración en el día a día del centro como presidenta de la AMPA), Juan Espejo (por la cobertura del periódico que dirige) y Enrique Puñal (por atender de la forma más rápida y eficaz posible todas las necesidades del centro). Para poner un punto y final a los primeros cincuenta años de vida del colegio y el un punto y seguido de cara a los próximos cincuenta, subió al escenario el grupo Panaceite. Cantaron villancicos, canciones populares y melenchones. Al final, sonaron los versos de Celaya que recordaron que, para educar, hace falta ser un buen marinero, como los que navegan en el “Carlos Soler”.