15 oct 2015 / 14:14 H.
Las palabras se prestan a un juego de opiniones contradictorias. Cuando se escribe medio ambiente, parece que significa que la Naturaleza está partida en dos. El hábitat del lobo, el lince, la jineta, jabalí o la trucha arco iris, pongamos por caso, de un tiempo a esta parte, entre todos lo mataron y él solo se está muriendo. Ejemplos hay para llenar un saco. Monte quemado, terreno urbanizado. Se enciende una barbacoa para asar chorizos y panceta, pero se escapa una chispa y el pino, el madroño, la fraga o el acebuche arden como la tea. España, con un cincuenta y cinco por ciento de terreno forestal, no la podemos descuidar. Se gasta una millonada en la conservación del lince, pero de vez en cuando aparecen muertos por una perdigonada o machacados por los neumáticos. Aquella frase antigua de echarse al monte como la cabra, ya es casi imposible porque te lo impiden urbanizaciones amuralladas como las de China. Al agente forestal lo quieren rebajar de grado, y no lo entiendo, pues este ama al monte bastante más que los estudiosos de laboratorio arbóreo. Así nos va.