10 jun 2015 / 15:46 H.
Todavía sigo pensando, y con lo que está cayendo, que este mundo es posible que siga siendo feliz gracias a un puñado de gente honesta y dispuesta a socorrer a quien no nació con un pan debajo del brazo, sino con muchos problemas a flor de piel. Este es el caso de la ONG Médicos sin Fronteras. Ellos prefieren un bisturí a un fusil, pues así extirpan el mal natural o provocado por la guerra, que corroe los órganos vitales de su desgraciada existencia. Al médico que jura ante Hipócrates, está convencido de que la medicina es más importante que la idea temporal dedicada a la política y al gobierno de los ciudadanos. Fonendo en el bolsillo, siempre dispuesto a auscultar ese dolor, quizás irreversible, y que está acabando con la vida de alguien que no quiere cañones, aviones invisibles o tanques demoledores, sino una hogaza crujiente de pan, un colchón para dormir y la paz duradera en todo el contorno que le rodea. Médicos sin Fronteras, además de ser unos desprendidos profesionales de Galeno o de Avicena, son alumnos privilegiados de Fray Luis de León, quien inmortalizó esta frase: “La caridad es la belleza del alma”.