Me tienes que querer, porque yo quiero que me quieras

Desde reus. Estaremos de acuerdo que las imposiciones, con los sentimientos, pueden estar reñidas. Pero parece que no aprendemos de nuestros errores, ni tampoco veo propósito de enmienda. En la dictadura vivida durante 40 años en todos los rincones de este país, la imposición ideológica, cultural, lingüística, etcétera, generó una repulsa y oposición, y creía que desde entonces hasta ahora la Constitución garantiza que todas las ideologías tienen cabida, a pesar que no estamos obligados a quererlos, amarlos y abrazarlos, pero sí a respetar todas y cada una de la ideologías, culturas y lenguas.

    30 ago 2013 / 07:49 H.

    El problema sigue siendo el mismo, no se hacen querer. El respeto se gana respetando a los demás, y en Cataluña no se respetan derechos fundamentales y con sentenciar en firme sobre la mesa. ¿Cómo se puede pedir respeto, sin respetar a los demás? Eso lo lleva haciendo la Administración pública de Cataluña por pura ideología nacionalista. No se ha sabido cambiar el “chip” y se continúa con la misma metodología de la imposición. Desde las empresas privadas, en las que las personas se juegan e invierten su patrimonio, la visión es muy diferente. Por nuestra localización estratégica en España, Cataluña ha sido paso y motor del comercio, la envidia sana de otras regiones y que en años atrás trajo un mayor flujo de personas a esta región por ser rica y próspera. A los que se le exigía por aquel entonces el “me tienes que querer, porque yo quiero que me quieras”. Ahora, Cataluña no es ni la sombra de aquella región próspera y rica. Nunca deberíamos hablar mal de nuestra tierra, pero tengo el derecho a criticar aquello que no me parece. No deberíamos caer en la tentación de renegar a lo que somos, otra cosa muy distinta son los sentimientos, y aquí todos deberíamos tener cabida.
    Francisco García Pérez