'Me enviaron la droga para tenderme una trampa'

Rafael Abolafia/Jaén
Juan B. A., un cocinero de Los Villares de 45 años, aseguró ayer de mil maneras que no es un traficante de droga, que alguien le envió un paquete desde Argentina con 200 gramos de cocaína para jugársela y que perdiera la custodia de cuatro de sus hijas.

    29 nov 2011 / 11:20 H.

    El fiscal no se lo cree y pide que sea castigado con cuatro años de cárcel.
    “Me enviaron esa droga para tenderme una trampa”, dijo Juan B. A. en el juicio. Sin afirmarlo abiertamente y de forma tajante, insinuó que fue alguien cercano a su expareja, con quien mantiene varios frentes judiciales abiertos, con denuncias cruzadas por una falsa violación y con la custodia de las niñas de por medio.
    Para entender los argumentos de Juan B. A., hay que volver atrás en el tiempo. A este cocinero lo detuvieron en agosto de 2009 después de que su exmujer lo denunciara por malos tratos y por agresión sexual. El caso se archivó definitivamente meses después, porque este hombre consiguió demostrar que estaba trabajando cuando su antigua pareja dijo que se había producido la violación. No obstante, como consecuencia de este proceso, se quedó temporalmente sin la custodia de sus hijas. Estuvo más de un año sin verlas y llegó a denunciar a la Junta de Andalucía porque no le facilitaba la dirección de la casa de acogida donde su ex se había refugiado con las menores. Finalmente, consiguió la guarda y custodia de las niñas, que aún hoy mantiene.
    No obstante, en diciembre de 2010, la Guardia Civil volvió a arrestar a Juan B. A. Una tal “Jackeline Susan” le envió un paquete postal desde Argentina. A su nombre y con sus señas. Lo recogió la madre, “una anciana analfabeta que no sabe ni firmar”, según aclaró el abogado defensor del acusado, porque el cocinero estaba trabajando. La caja contenía varios cuentos infantiles. En las tapas de esos cuadernos, “bien camufladas”, venían tres bolsitas de plástico, que contenían cerca de 200 gramos de cocaína de gran pureza. La droga fue detectada en el aeropuerto de Barajas y un juez de Madrid organizó una entrega controlada del envío. A la madre de Juan B. A. le dio un síncope cuando varios guardias civiles le dijeron que quedaba detenida. Así que hubo que avisar a su hijo que, desde el principio, afirmó que no esperaba ningún paquete y no sabía nada de la droga.
    Los dos guardias civiles que testificaron ayer en el juicio explicaron que tuvieron poco tiempo para investigar a Juan B. A. antes de que se realizara el envío vigilado. Posteriormente, supieron que tiene un hermano que está preso en Argentina porque lo cogieron cuando trataba de traer a España casi cuatro kilos de cocaína en una maleta. “Por ahí puede venir el contacto”, explicó uno de los guardias civiles del EDOA.
    No obstante, en casa de Juan B. A. no se encontró nada más que haga pensar que se dedica al tráfico de drogas. No había balanzas de precisión, ni anotaciones, ni dinero en efectivo. Tampoco su vivienda es un lugar donde haya un trasiego constante. Nada de nada, tal y como explicó el otro agente del Instituto Armado. La principal y única prueba de cargo es que alguien desde Argentina le mandó una notable cantidad de cocaína a su nombre. De ahí que Juan B. A. insista en la idea de la trampa por venganza. Admitió que no se habla con el hermano que está preso en Argentina ni con la mujer de este, pero que su expareja sí que mantiene buenas relaciones con ellos.
    Para la Fiscalía sus explicaciones y la teoría de la trampa no son nada convincentes: “Nadie se gasta tanto dinero en fastidiar a otra persona”, replicó de forma muy gráfica la representante del Ministerio Público en su informe final. Y es que la cocaína está valorada en más de 18.000 euros. El juicio, celebrado en la Sección Primera, quedó visto para sentencia.