Matarse
Desde PORCUNA. El mundo ha cambiado fabulosamente los cien años últimos. ¿Pero ha cambiado el hombre a la par? Me atrevo a contestar negativamente a esa interrogación. Le cuesta hoy mucho menos vivir, pero también le cuesta mucho menos matar.
Y mata, mata con placer, con frenesí. El hombre ha ido venciendo al hombre, al dolor, a la miseria, el aberrojamiento; pero no ha logrado vencer sus instintos primarios y quedan además millones y millones de seres humanos atenazados por el hambre, la miseria, el dolor y la barbarie. ¿Cómo serán los hombres de ahora en otros cien años? Sin duda más sanos, más capaces, más fuertes. ¿Lograrán vencer la fiera que llevan en el corazón, incluso muchos inmersos en las maravillas de la civilización contemporánea? ¡Libertad, igualdad, fraternidad! Maravillosa divisa de la Revolución francesa, meta aún no alcanzada por el hombre. ¿Llegaremos alguna vez a convertirla en realidad? Hay en nuestro talante luces y sombras. Son éstas espesas pero las alumbran algunas características que los conductores de la España de ahora pueden y deben saber utilizar. La noche ha quedado atrás. Nuestra guerra civil es ya un recuerdo histórico. ¿Ha sido infecunda? Saber morir por un ideal es siempre una lección histórica. Debemos procurar que no lo sea la bárbara contienda. Que el noble morir de ayer sea la última proyección de nuestro histórico talante, de sus sombras y de sus luces. Y que no juzguemos lo hispano como una desdicha sino como un camino áspero al servicio de Occidente que no habría madurado sin nuestro sacrificio. Debemos apresurarnos a ganar el tiempo perdido en querellas intestinas y por desventuradas ambiciones.
MANUEL MONTILLA MOLINA