07 mar 2010 / 10:52 H.
El temporal que no termina ha dejado su huella en prácticamente toda la geografía provincial, pero, de manera especialmente significativa, en la red viaria, donde los graves daños hacen que la normalidad tarde aún meses en normalizarse por completo. La zona de la Campiña ha sido una de las más afectadas y, según datos de esta semana, alrededor de 4.500 hectáreas se vieron anegadas por la histórica crecida del río Guadalquivir. Quizá sea una en la que los perjuicios del agua han sido más evidentes, con el poblado de San Julián, Llanos del Sotillo o la Isla como epicentro más evidente, pero prácticamente no hay comarca en la que no se dejen ver los efectos del mal tiempo. La autovía A-44 tiene parte de la calzada cerrada por culpa de un desprendimiento y en otras muchas carreteras se han producido hundimientos de mayor o menor envergadura. El hecho de que no termine de llegar el buen tiempo hace que todo pueda ir a peor. Es evidente que lo primero es atender a las personas afectadas y que han llegado a tener que abandonar sus viviendas y, sobre todo, lo importante es que no se hayan tenido que lamentar víctimas pese a la intensidad de la adversa situación meteorológica. Sin embargo, no se debe demorar el necesario arreglo de las múltiples carreteras afectadas, porque sólo con un exceso de celo a la hora de restablecer la normalidad en las infraestructuras permitirá que la recuperación sea total. El pasado miércoles se desactivaba el Plan Provincial de Inundaciones, después de una semana en vilo mirando la crecida del Guadalquivir. Pero no por ello se puede hablar, desde luego, de que las aguas hayan vuelto a su cauce. Ha habido pueblos prácticamente sitiados y otros con las comunicaciones muy mermadas por el corte de los accesos habituales y ahí es donde hay que exigir celeridad y un mayor esfuerzo a las administraciones competentes.