Marmolejo.- Una obra de arte para La Campiña

Vídeo.-No está al vacío y tampoco en un museo, pero el mural alusivo a La Campiña jiennense está emplazado en la urna artificial que forma el patio acristalado de la nueva biblioteca de Marmolejo. Un espacio 'único' e 'idóneo' para toda una obra de arte. Día sexto. En el ecuador del décimo reto de Diario JAEN, la parada de esta nueva jornada es La Campiña jiennense.

    31 ene 2011 / 11:40 H.

    Una comarca de 178 kilómetros cuadrados de extensión, jalonada de olivares, huertas y campos de algodón regados por las aguas mansas del río grande de Andalucía, el Guadalquivir. El destino elegido es Marmolejo. Desde la capital, 88 kilómetros llevan a este municipio. Un pueblo desgraciadamente famoso, en el último año, por las continuas inundaciones que han anegado sus tierras y el poblado de San Julián y que es conocido, en toda la región, por su balneario y por ser uno de los pueblos con mayor afición a la caza de la provincia de Jaén, como indica el concejal de Cultura, Carlos Sevilla. “Con 7.485 habitantes, tenemos alrededor de 1.400 o 1.500 escopetas —o lo que es lo mismo, licencias—”. Y esto —asegura— incrementa la “sensibilización” con la naturaleza y la fauna que campa por una sierra, como es la de Andújar, que luce insultantemente bella cuando llega el mes de abril y se celebra la romería más antigua de España en honor de la Virgen de la Cabeza.
    Esta serranía es una de las joyas naturales de la provincia, de Andalucía y del país y destaca, entre otros aspectos, por ser el hogar del animal más amenazado del planeta, el lince. Un felino de mirada intensa y exuberante, de inclasificable color, que capta la atención de cada persona que entra en las recién inauguradas instalaciones de la nueva Biblioteca Municipal de Marmolejo. Sus ojos desafiantes y sus fauces abiertas hipnotizan al espectador tanto como el proceso creativo del linarense Miguel Ángel Belinchón, “Belin”. 
    Así se hizo por Emilio Arroyo
       
    “Encerrado” en la urna de artificio que crean, en el patio de la biblioteca, los cristales que lo rodean y que sirven para dar claridad a este espacio, el grafitero parece el protagonista de un monólogo en el que el diálogo no se desarrolla con palabras, sino con pinturas a presión, y el interlocutor es una pared en blanco. En ella, Belin simplifica la idiosincrasia de La Campiña y, en el proceso, deja boquiabiertos, asombrados y “sin palabras” a sus espectadores, a los usuarios de la biblioteca y a los miembros del equipo de Gobierno local, con el alcalde, Cristóbal Relaño, al frente, que valora la iniciativa de Diario JAEN porque —explica—: “Es una forma de dar a conocer la comarca de una forma gráfica”. “Y didáctica, ya que servirá de fuente de conocimiento”, apunta la responsable de la biblioteca, María Sorroche. Junto con el lince, el linarense ha bosquejado una de las insignias de la comarca y, en particular, del municipio de Porcuna: el Torreón de Boabdil. Un baluarte de la arquitectura defensiva que floreció al amparo de la Orden de Calatrava y que debe su nombre al hecho de haber servido como prisión para el último rey de Granada, aquel que lloró como mujer lo que no supo defender como hombre. Dicen las crónicas que, entre sus muros, Boabdil estuvo recluido varios meses de 1485.  Pero si lejana en el tiempo resulta esta historia para el hombre que camina por los albores del siglo XXI, más lo es la que cuenta el rictus serio y la barbilla partida del guerrero que se erige, impertérrito y grave, a la derecha del torreón. Se trata de una de las esculturas halladas, en el año 1975, en el yacimiento ibero de Cerrillo Blanco, en el término municipal de Porcuna, y fue realizado cinco siglos antes de que los cristianos fecharan el nacimiento de Cristo y del comienzo de la era actual.
    Hasta el momento, este guerrero ibero descansaba en el Museo Provincial de Jaén. Pero, ahora, además de en esta vitrina, se encuentra en otra más moderna en el patio de la Biblioteca Municipal de Marmolejo, y no está tallado en “piedra blanca de Santiago de Calatrava”, sino pintado, magistral y espectacularmente, con espray en una pared. Desde ahí, arranca tantos “¡madres mías!” y “¡qué chulo!” como el grafitero que le está dando el fuego prometeico con la pintura de sus aerosoles. Los tres elementos juntos representan los bastiones fundamentales de una comarca y de una “obra de arte” que, a partir de ahora, está protegida en la “urna de cristal” de un patio interior.