Maristas, tres violetas
La tarjeta sanitaria aparece expedida a favor de un individuo perteneciente a las Fuerzas Armadas. La chica atiende con cordialidad impecable. La Aseguradora autorizaría la colonoscopia que había prescrito el doctor don Antonio Palacios, claro que sí. “Y dígame usted, don Javier, ¿para cuándo está programada la intervención?”. “Para esta misma tarde, señorita; en Cristo Rey”. A veces las buenas noticias traen malos resultados. De repente se abrió la puerta del despacho principal y salió el jefe. Nada más verlo, se dirigió hacia el solicitante de la colonoscopia. “¡Hombre! ¡José María! ¿Qué haces aquí?”. La señorita guapa y simpática se removió en el asiento. ¿Qué era aquello? ¿Por qué su jefe llamaba José María a quien hasta entonces se venía llamando Javier?
Jefe y cliente se saludaron con la autenticidad de quienes guardan celosamente esas vivencias íntimas de la infancia y la juventud, libres de todo otro interés. Este daba cuenta al otro de las Bodas de Oro de la VIII promoción de Maristas Jaén, el 20 de junio de 2015.
“Estuvieron Lorenzo Morillas, Ramón Orozco, José Calabrús, Manuel Medina, Eduardo Arias, Francisco Puentes. También tuvieron el detalle de acompañarnos Agustín Quílez y su esposa Natividad: estos son intergeneraciones, ya se sabe”. Cuando el jefe se despidió, el solicitante retomó el trámite que le ocupaba. “Usted perdone, señorita. Verá usted, es que mi hijo Javier...”. “Está perdonado —replicó ella—. No necesito más explicaciones. Espero conocer algún día a don Javier; pero al auténtico, al de la colonoscopia”. Al día siguiente, padre e hijo se presentaron en la oficina de la Aseguradora. “Señorita, le presento a Francisco Javier, mi hijo. Y le ruego acepte este pequeño obsequio, como muestra de nuestro respeto y consideración, y también a manera de desagravio”. La señorita guapa advirtió entonces que el mayor de ellos portaba sobre la solapa una insignia con tres violetas.
Jefe y cliente se saludaron con la autenticidad de quienes guardan celosamente esas vivencias íntimas de la infancia y la juventud, libres de todo otro interés. Este daba cuenta al otro de las Bodas de Oro de la VIII promoción de Maristas Jaén, el 20 de junio de 2015.
“Estuvieron Lorenzo Morillas, Ramón Orozco, José Calabrús, Manuel Medina, Eduardo Arias, Francisco Puentes. También tuvieron el detalle de acompañarnos Agustín Quílez y su esposa Natividad: estos son intergeneraciones, ya se sabe”. Cuando el jefe se despidió, el solicitante retomó el trámite que le ocupaba. “Usted perdone, señorita. Verá usted, es que mi hijo Javier...”. “Está perdonado —replicó ella—. No necesito más explicaciones. Espero conocer algún día a don Javier; pero al auténtico, al de la colonoscopia”. Al día siguiente, padre e hijo se presentaron en la oficina de la Aseguradora. “Señorita, le presento a Francisco Javier, mi hijo. Y le ruego acepte este pequeño obsequio, como muestra de nuestro respeto y consideración, y también a manera de desagravio”. La señorita guapa advirtió entonces que el mayor de ellos portaba sobre la solapa una insignia con tres violetas.