Mariano Rajoy, Felipe González y su Majestad
Antonio Jiménez Monzón desde Cambil. Mariano Rajoy es más mentiroso que los pastorcillos de Fátima. Cuando en las costas gallegas, allá por el año 2002, cuando el petrolero Prestige vertía toneladas de crudo frente a las costas gallegas, creó escuela con los 'famosos hilillos de plastilina' y ahora ya tiene su propia universidad.
Mariano es un mentiroso con patas que no ha dicho media verdad en su vida, que se miente a si mismo. Por eso escapa de las cámaras como de “rojo”. Desde que se mudó a la Moncloa tiene a los paparazzi locos por una “verdadita” aunque sea una pequeñita para lucir en Portada. Y ni eso. Su estancia en palacio puede ser breve. Debía Rajoy recuperar la bodeguilla e invitar a su precursor Felipe González (otro que mentía y miente hasta en sus siglas). Juntos podrían compartir amenas veladas de billar y puros habanos, hablar de reconversiones, de ajustes y, por que no, de la independencia frente a las exigencias exteriores, especialistas como son los dos en soberanía (aunque sea de Osborne). Y hablando de soberano, ha sido sonado su nuevo accidente de trabajo. La tasa de siniestralidad laboral del monarca resurta ciertamente preocupante. Pistas de esquí, piscinas, yates o picaderos (donde se adiestran caballos) acostumbran a ser los escenarios predilectos para fracturas y contusiones de tan insigne, soberano y real talle. Deberían revisarle el convenio que no se merece tanta jornada. Que sabemos todos, que el camino de la recuperación no será corto ni tampoco fácil, que exigirá sacrificios, dijo en el único momento en que las familias apagan el televisor en nochebuena.